Las divas de Mario Vaquerizo: Marujita Díaz
Esta semana recordamos la trayectoria de Marujita Díaz. Su vida, sus amores y su sentido del humor hicieron a esta mujer una de las estrellas más importantes de España.

Con apenas ocho años, Maruja Díaz le dijo a su padre: "Artista o monja, nunca taquimecanógrafa". Tal declaración de principios ya desvelaba la personalidad de una de las artistas más famosas que ha dado este país.
Nacida en el barrio sevillano de Triana, la chiquilla, que siempre fue pizpireta, coqueta y arrolladora, desde muy pequeña daba rienda suelta a su potencial artístico, tanto en teatro como en el Auxilio Social, donde conseguía ollas gratis a cambio de cantar tanguillos.
Acompañada por su madre, logró conquistar a todos los empresarios teatrales de la capital que le permitieron dar el pistoletazo de salida a una carrera meteórica tanto en el cine, con películas como "La Cigarrera", "José María el Tempranillo" o la genial "Pelusa", el teatro o la música. Una trayectoria múltiple y variada, como su protagonista, que lo mismo cantaba una copla que un charlestón. Dando un paso más adelante y sacando su vena atrevida logró convertir el clásico "El parque de María Luisa", ya en la década de los noventa, en un rap machacón y marchoso con su inimitable coletilla "Chimpún" al frente.
Y es que Marujita Díaz alternó todo en su vida, teatro, cine, cuplé, hasta que encontró la horma de su zapato: la revista musical española. En plena década de los cincuenta y sesenta, traspasó fronteras y se consagró como una de las folclóricas más queridas y que mejor sabía mover los ojos. Algo que aprendió de pequeña al imitar la serie de dibujos animados "Los gatos periquitos".
Sus amores
Su vida amorosa estuvo marcada por un primer matrimonio con Espartaco Santoni, al que conoció en Caracas y con el que se casó sin el consentimiento de su madre. Él le regaló el chalet "Piedras Negras", en el que vivió hasta su muerte, y, tras cuatro años de vida marital, se separaron.
Más tarde le tocó el turno al guapísimo Antonio Gades, con el que pasó una luna de miel de seis meses en la ciudad de los rascacielos codeándose con la flor y nata neoyorquina. Hasta el duque de Windsor cayó rendido a sus pies y a los de su perrito Rasputín, que trató de 'robárselo', según contaba ella, en un ascensor y al que le dijo: "Duque, plis, is my dog".
 La relación de Maruja y la Montiel
Porque si algo hay que destacar en Marujita es el animal mediático que llevaba dentro y que mostraba en cada una de sus entrevistas o apariciones televisivas, regalando al respetable titulares con mucho arte. Todo ello gracias a su sentido del humor cínico, irónico, ácido y una gracia innata que también le valió su reconocimiento como cómica. Y es que no me digan que no son fabulosas frases como "Yo no soy de izquierdas porque prefiero que me llamen Mery a Maruska" o "Yo voy donde me paguen".
Eso por no hablar de la polémica en la que se vio envuelta con su amiga-enemiga-amiga Sara Montiel cuando la manchega declaró que, si el seductor William Holden quiso llevarse a la Díaz a su suite sería para fregarla. A lo que la respuesta de la sevillana fue: "Tú si que has fregado la mía. Que mientes más que parpadeas". Arte puro.
Marujita Díaz fue deliciosamente excesiva hasta el final. En los noventa entró en la rueda de la prensa más sensacionalista con todas sus conquistas de hombres más jóvenes que ella: el torero Álvaro Amores, Dinio, Ducret y algún otro que no podía resistirse a los encantos de una mujer que despertaba tanto pasiones como cuestionamientos.
¿Hay algo peor que la indiferencia? Lo mejor de todo es no pasar desapercibido. Marujita sacó matrícula de honor en la materia.
Sus amistades alababan lo buena que era como compañera de guateques, en los que acaparaba el protagonismo; ya fuera en El Rocío o en la inauguración de una tienda de Porcelanosa en Castellón. 
Genio y figura hasta la sepultura. Desde aquí un homenaje a una de las mujeres más divertidas que he tenido la oportunidad de conocer. Como cuando se presentó, sin estar invitada, a mi cumpleaños y sopló las velas. Extrapolando una de sus canciones más emblemáticas, "Banderita", me atrevería a decir: "Marujita, tú eres gualda, llevas sangre, llevas oro en el fondo de tu alma". Bravo, Marujita.


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