Para la mayoría, el mes de septiembre supone la vuelta a la normalidad. Para afrontarlo con energía, nada mejor que recargarte de salud. Como no se puede ahorrar salud ni guardarla para luego, sí podemos prevenir, que es una forma de adelantarse a los problemas.
Los problemas, días después
Como ya dijimos en alguna ocasión, los primeros días después de la vuelta se mantiene una cierta alegría de reencuentro. Pero hacia la segunda o tercera semana, surge una especie de crisis, y la apatía y la desgana se apoderan de uno. No se le encuentra sentido a esa rutina que quiere imponerse de nuevo. Nace una rebeldía callada ante la falta de ilusión. Es como si de pronto se borraran todos los proyectos y sólo tuviera validez mirar hacia atrás.
No hay que darle importancia porque esta apatía acaba pasando pero hay que preparar la estrategia para que esa adaptación no dure más tiempo de lo debido. Un buen sistema es repasar las vacaciones. Comprobar cómo el cerebro se ha ido aireando, cómo se han oxigenado ideas, renovado ilusiones, renacido amistades, encuentros...
Reflexiones
-La calidad de vida sólo se consigue si se tiene calidad en lo que se hace, en lo que se piensa y se mira. Y eso reside en el cerebro, en la mente y en los ojos del que hace, piensa y vive.
-Si queremos, podemos hacer más felices a los demás, que es una forma de ser más felices nosotros mismos.
-Es más importante destacar los aciertos de los demás que insistir en sus fracasos.
-No basta reconocer las cosas, hay que decirlas. Todos nos sentimos mejor cuando nos reconocen lo que hemos hecho bien.
Adiós a la ''crisis''
Para retomar la rutina con energía, un grupo de psicólogos aconseja desterrar la palabra crisis. Y es que, hablar todo el día de ella hace que la instalemos en nosotros de manera permanente. Aunque es cierto que no está en nuestras manos modificar la realidad, no conduce a nada estar recordándola de manera continua. Hay que actuar y siempre pensar en lo que tenemos y no en lo que nos falta. Hay que hablar, andar, mirar, vestirse, arreglarse y comportarse como si fuéramos importantes y valiosos. Cada uno de nosotros es único y diferente, y ser diferente no significa ser inferior.