¿Por qué tanta agresividad?
Frente a los mandos de un coche todo se ve diferente; protegidos en su interior, el resto de los conductores parecen convertirse en enemigos o al menos competidores a quienes hay que vencer, luchando por ser los primeros, por ocupar un espacio o por demostrar nuestra habilidad y astucia conduciendo.
Todo esto no es más que una expresión de la agresividad que en otras circunstancias contenemos quizás porque allí dentro, parapetados, nos sentimos más seguros; también porque un potente motor parece suplir toda confianza que a veces nos falta en nosotros mismos, y sobre todo, porque los demás, metidos en sus propios vehículos, sin oírles y sin que nos puedan oír, se deshumanizan y pasan a ser simplemente obstáculos que obstruyen nuestro camino.
¿Podemos evitarlo?
Sí, simplemente deberíamos pensar en cómo nos comportamos en cualquier otra situación. ¿Quién no ha cedido el paso a cualquiera sin conocerlo? ¿Insultamos a quien tiene dificultades o camina más lento? Éstos y otros muchos ejemplos nos pueden servir para evitar transformarnos al volante. Piensa en lo que pensaría de ti cualquiera que te conozca si te viera perder así la educación y piensa, sobre todo, en la seguridad.