El lenguaje, tanto el que utilizamos en nuestro diálogo interno como en el externo, crea nuestro estado de ánimo. ¿Tus palabras son positivas o negativas? Descúbrete y aprende a crear un lenguaje positivo que te permita ser más optimista.
-Borra de tu vocabulario el “no puedo”. Te estás dando permiso para ser derrotista. Añádele “aún”: “aún no puedo”.
-Reduce el “no”. Habla en positivo siempre que puedas. Si alguien te dice “no pienses en un limón, que te dará sed”, ¿en qué piensas?
-Evita decir “pero”: esta palabra es un borrador. Piensa un ejemplo: “Me ha gustado mucho pero podría haber sido mejor”. ¿Con qué te quedas, con el “me ha gustado mucho” o “podría haber sido mejor”?
-Deja a un lado el lenguaje victimista de “ha sido un día terrible”. Di “mi día no ha sido como me habría gustado”.
-Olvídate de “intentar”. Si intentas te das permiso para no hacerlo. En vez de “voy a intentar aprobar esta asignatura”, di “voy a aprobar...”.
-Sustituye “tengo que”, que es una obligación, por “quiero”. O “debería hacer esto” por “voy a hacerlo”. Te da energía para acometer la acción.
-Potencia tu presente en positivo. Emplea “estoy consiguiendo esto” en vez de “voy a conseguirlo”.
-Recupera el lenguaje olvidado. A la pregunta de “qué tal” nos hemos acostumbrado a un simple “bien”. Hemos dejado a un lado los “muy bien”, “estupendo” o “fabuloso”.
Cómo hablar a los niños
Etiquetamos a los niños continuamente, un error muy habitual que hay que borrar de nuestro vocabulario ya que su autoestima se construye en función de cómo los valoran en casa y en el colegio. ¿Cuántas veces te dijeron de niña o has dicho a tu hijo “qué vago eres” o “eres demasiado tímido”? Sin ser consciente, con estas palabras estás juzgando. Criticamos lo que vemos mal pero no ensalzamos lo que hacen bien. Es importante motivarlos y hablarles en positivo.