Un ejemplo, llevando como lleváis 14 años divorciados.
Él tiene una familia que le aconseja cuando él se lo pide, y son ellos los que le dicen que me llame si en un momento determinado me necesita. En ese sentido él también lo pasó muy mal cuando yo tuve el cáncer.
¿Cuál es el secreto de esa buena relación?
No hay secreto. Hay respeto, la concienciación de que los dos quisimos tener un hijo, en este caso una hija, una responsabilidad compartida. Sólo por eso teníamos claro que no podíamos ser los típicos padres que cuando se separan utilizan a los hijos como arma arrojadiza. Él habrá aguantado cosas mías que no le gustaban y yo de él, pero por encima de todo están el bien y la felicidad de Alejandra.
¿Por qué os divorciasteis?
Porque todo es bonito cuando ya no convives. Ahora vivimos la parte bonita: una cena con amigos, coincidir unas vacaciones en alguna parte, ayudarnos en los malos momentos...
¿La convivencia es la tumba del amor?
Yo conozco parejas cuya convivencia es estupenda, quizá lo que ocurre es que hemos idealizado mucho el amor, a través de la literatura, del cine, de la pintura, del teatro, y algunas lo hemos idealizado más que otras. A mí me gustaría tener una concepción del amor más real, pero lo que buscas al final es ese amor que te han vendido y que es tan difícil de encontrar.
¿Qué has aprendido de tus relaciones sentimentales?
No he aprendido nada, ahora bien, con la perspectiva que me dan los 14 años divorciada de Alejandro, quizá si cuando yo me casé con él hubiera tenido la experiencia que tengo hoy, es posible que no nos hubiéramos separado, y hubiéramos tenido otro hijo; eso hubiera sido muy bueno para Alejandra.