Entrevistar a Alaska es una delicia porque no tiene dobleces ni intenta darte gato por liebre, quizá porque es una mujer sin complejos ni zonas oscuras. Ello facilita que la conversación fluya de lo profesional a lo personal con total naturalidad.
A su lado, sin interferir en la conversación, está Mario Vaquerizo, su marido, por el que siente una gran admiración, igual que la siente él por ella, lo que les permite vivir una relación muy enriquecedora para ambas partes.
-¿Hasta qué punto le obsesiona la imagen a una cantante como usted?
-Yo no me siento esclava de una imagen predeterminada. Me siento esclava de la imagen que quiero tener, un cuerpo en el que me entren los vestidos que me gustan... Todo eso sin tener que sacrificarme demasiado, porque ni tengo las horas ni la voluntad para conseguir ese cuerpo musculoso que me gustaría lucir.
-¿Le acomplejan las curvas?
-Complejos no he tenido demasiados, quizá en la adolescencia porque me gustaba la imagen de Bowie, pero entonces yo tenía tres veces sus caderas, porque ya era una niña muy desarrollada.
-¿A punto de cumplir los 50 años se siente satisfecha de sus logros?
-Sigo teniendo los mismos miedos que a los 30, cuando pensaba que no estaba preparada para salir adelante. Probablemente porque mi referencia es la de una madre que sí lo hizo, con una hija y en un país desconocido.
-¿Conformista?
-Sí, más conformista que ambiciosa. En lo creativo no me da miedo moverme, porque si no resulta, lo intentas otra vez. Este año hace diez que estrenamos nuestra casa y si me dice Mario que mañana nos cambiamos, fenomenal, porque Mario es muy activo.
-Mario Vaquerizo y usted llevan trece años casados.
-Eso es porque nos retroalimentamos muy bien y sabemos reinventarnos. Quienes nos conocen saben que Mario es una persona muy creativa, con una visión muy amplia de las cosas.