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Cuando todos dan por hecho que la salvación de Francisca es imposible, Saúl y Prudencio llegan a un acuerdo con Larraz.
Si no ejecuta a la señora se ocuparán de que la justicia sea benevolente con él y el resto de los sublevados, que están acorralados pues el Ejército ha entrado en el pueblo para liberarlo.
Tras la rendición y la entrega de armas, Puente Viejo recupera la normalidad y los vecinos desean mucha suerte a Laura, que se despide pues sus servicios ya no son necesarios.
También Irene se va con el corazón destrozado y sin saber cómo seguir viviendo sin Carmelito, al que creía su hijo.
Julieta se instala definitivamente en La Casona para alegría de Prudencio, que espera por fin consumar el matrimonio. Sin embargo, le asaltan los celos en cuanto Saúl se acerca a ella.
Dolores tiene un encontronazo con una forastera. Cuando descubre que se trata de su futura suegra, se pone nerviosa. Lo mismo le sucede a doña Patrocinio y ambas tratan de evitarse pues temen que, debido al incidente, la otra quiera cancelar la boda. La dueña del colmado no tarda en confesar a Gracia lo incómoda que se siente con la situación.
Todo está listo para celebrar el juicio a Dos Caras, que llega al pueblo esposado por la guardia civil y con Espinosa, su abogado.
Los vecinos lo esperan en la plaza expectantes, sobre todo, los Castañeda y Nicolás, que no ve el momento en que el asesino de su mujer pague por el crimen.
Es el fotógrafo el que tranquiliza a los familiares de su fallecida esposa ante los intentos de provocación del asesino.
Sin embargo, en un momento de entereza, Nicolás se acerca a él para echarle en cara lo que hizo.
En ese momento, Dos Caras aprovecha para envenenarlo con sus palabras: “Mariana no solo suplicaba por su vida, sino por la del hijo que llevaba en el vientre. Estaba embarazada”.
Fuera de sí, Nicolás hiere de muerte al asesino. El hombre cae gravemente herido al suelo, rodeado de policías que se acercan rápidamente a por Nicolás.
El fotógrafo no tiene más remedio que entregarse a las autoridades ante la atónita mirada de los vecinos, que salen en su defensa.
Sin embargo, no pueden evitar que sea llevado a la cárcel, donde van a visitarlo Emilia y Alfonso. “Solo me arrepiento porque voy a estar separado de mi hija”, les confiesa.
En La Casona, Prudencio reprocha a Julieta que no le preste atención y que solo esté pendiente de buscar al cachorro que le ha regalado su abuela, que ha desaparecido.
Poco después, encuentran al animal muerto y el joven
sin compasión le dice que se le acabaron las excusas para no dormir con él.
Esa misma noche, la chica empieza a arder en fiebre.
También Carmelito cae enfermo y Severo no sabe qué hacer. El niño está muy triste desde que Irene se fue. Desesperado, pide a Adela que se haga cargo de él mientras va a buscar a la periodista, a quien suplica que regrese. Sin embargo, ella se niega. Días más tarde, cambiará de opinión cuando la visite don Anselmo y le informe de que el pequeño ha empeorado.
Aunque a Prudencio le disgusta, finalmente accede a que Saúl vea a su esposa, que lleva varios días en reposo debido a una persistente gripe. La visita despierta de nuevo sus celos al ver a la pareja hablando con complicidad en el jardín.
La Montenegro está tan emocionada porque ha comprado
un cuadro que perseguía desde hacía tiempo que no se percata de la oscura mirada del muchacho cuando se marcha de La Casona: no anuncia nada bueno…
Y mientras en el pueblo continúan las protestas para liberar a Nicolás, en Murcia el padre de Dos Caras entierra a su hijo.
“Vengaré su muerte, no voy a consentir que manchen su nombre y su honor”, jura a su abogado.
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