Miralles destina a Alicia a trabajar en la comisaría para que no tenga que vérselas con los peligrosos atracadores que están asolando el barrio.
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Casualmente, la policía averigua que uno de sus integrantes es un exmilitar croata muy buscado.
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Para intentar que su hijo se vincule aún más con la empresa, Quintero le ofrece el puesto de director de marketing.
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Pero esa noche, al llegar a casa, se encuentra a Julio malherido tras ser asaltado por la peligrosa banda criminal, que lidera Petrovic.
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“Empezaré a mover todos mis contactos para vengar este ataque a mi familia”, asegura.
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La relación amorosa entre María y Jesús va estrechándose cada vez más. La pareja está feliz por haberse encontrado y por encajar tan bien.
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Al verles, Elías está empezando a sentirse muy celoso. Sin embargo, su amor no se detiene y se acaba consumando, para felicidad de ambos.
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Nacha se ha planteado seriamente solucionar sus problemas psíquicos, que no le permiten vivir en paz, y decide volver a terapia con Teresa.
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Las dos mujeres se entienden muy bien y la policía no tiene ningún problema en abrirse con ella, lo que motiva una gran cercanía entre ambas.
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Poco a poco, Nacha empieza a verla como algo más que una profesional de la psicología y ella no es ajena al cariño de su paciente.
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Somoza intenta aprovechar toda la información que posee sobre Petrovic para buscar una alianza con Quintero, algo que no le será nada fácil.
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Inesperadamente, sucede un nuevo tiroteo en el barrio montado por el croata, lo que provoca que Petrovic huya de la policía y se refugie en El color de la huerta.
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Lo malo es que ha cogido como rehén a Jesús, su dueño, que intenta, hablando y recapacitando con el delincuente, que esta repentina situación no acabe en una verdadera tragedia.
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La aparición de David lo obliga a enfrentarse al peligroso mercenario y el momento se vuelve muy peligroso para todos.
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Por su parte, Alicia vive un gran dilema, ya que tiene que aclarar su relación con Julio, aún convaleciente de sus heridas, para aceptarlo o no como un hermano.
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