Altamirano acompaña a Fernanda a visitar a Marissa a su casa al saber que la dieron de alta. Allí se cruzan con Isabela y cuando se quedan a solas, la joven no pierde ocasión de humillarla una vez más: “¿Qué haces aquí? Tú no tienes clase ni vergüenza. No te hagas ilusiones porque nunca vas a casarte con Carlos. Su mamá no va a permitirlo y mucho menos Luis, que está deseoso de meterte presa”.
Pérez, por su parte, pierde los nervios cuando escucha a Luis decir que su hija es una estafadora, pero por suerte Carlos aparece en ese instante e impide que le dé otra brutal paliza.
Debido a la grave enfermedad de Marissa, su hijo decide dejar de atender a Fernando, pero antes le pide un favor: “Dale este dinero a Fernanda para que pueda costear los gastos de Pedro. No le digas que es de mi parte porque no querrá aceptarlo”.
Lucero y Diego siguen adelante con sus planes y se casan en un ceremonia a escondidas a la que únicamente asisten los padrinos.
Luis revela a Isabela las verdaderas intenciones de su acercamiento a Marissa: “Voy a fingir ser un marido arrepentido para que cuando ella muera pueda quedarme con toda su fortuna y con la dirección de la empresa”. El pérfido hombre no tarda en salirse con la suya ya que su mujer responde a uno de sus besos y ordena a Ordóñez que paralice los trámites del divorcio.
Decidido a deshacerse de Marissa, Luis la convence con ayuda de Isabela de ir a relajarse a un spa en plena naturaleza. Una vez allí, el matrimonio baja a la piscina y mientras él va a pedir unas bebidas, ella se levanta para dar un paseo y en un descuido cae al agua. La mujer pide auxilio ante la indiferencia de Montero e Isabela, aunque por suerte uno de los socorristas la ve y la salva de morir ahogada.
Clarita alerta a Carlos de que su madre corre peligro y sale con Fernanda a buscarla. Sin embargo, la avioneta donde viajan sufre una avería y deben aterrizar de emergencia en mitad de un desierto. Allí, la joven pareja no puede resistirse a la pasión y hacen el amor por primera vez.
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