Norma Duval ya ha vuelto al trabajo tras la pérdida de su madre. Es algo poco conocido que merece reconocimiento, aplauso y admiración: Saltó del Paralelo barcelonés a triunfar en los Campos Elíseos tal había hecho años atrás la mítica Raquel Meller cantando 'El relicario' del maestro Padilla. Fue una canción que décadas después relanzaría Sara Montiel en 'El último cuplé'. A Sarita los amigos la llamábamos María Antonia, como realmente le gustaba, aunque Sarita la convirtió en santo y seña, tarjeta de presentación y éxito mundo adelante, lo mismo en la India que en Hispanoamérica. Sarita, entonces aún María Antonia Fernández, la modernizó el bolero. Bolerón le llaman en Hispanoamérica, haciéndolo sensual o sexual con su toque diferente, más sugerente y personalísimo. Lo transformó en éxito de masas allá donde iba y era lo primero que le pedía el público y lo usaba de sintonía a sus conciertos.
La vi y aplaudí mucho en el Teatro Victoria del Paralelo barcelonés. Lo alternaba con el 'Español' igualmente amplio, justo enfrente, que acabó siendo de Matías Colsada, el de "las alegres chicas" que allí hizo debutar a Shirley McLaine, la gran estrella del cine hollywoodiense que sólo obtuvo un éxito relativo, nada que ver con lo que conseguía en Broadway haciendo varias temporadas con el mismo 'show'. Aunque en directo no era tan perfecto ni rotundo. Sin embargo, cautivaba. No era como el cine pero tenía otra magia.
Lo mismo sucedió físicamente con la Duval, que acaba de cumplir unos espléndidos 65 años, más apabullante, siempre de escote exagerado, sobresaliente y bien administrado. Enloqueció a la capital francesa, donde primero cautivó e hizo perder el sentido a la dueña del 'Folies' que le puso un contrato en blanco y luego vendría la locura colectiva muy entusiasta. Norma nunca olvidó que se llamaba Purificación, igual que su madre, fallecida con 89 años de muerte natural. La pérdida de su hija acabó quebrándole, salud y ánimo.
Norma contaba que "mi madre, Purificación Aguilera, es una mujer muy sensible y dependiente. Necesita de mimos y cuidados y ver morir a su hija Carla Duval –que no llegó ni a la altura del famoso tacón fraterno, era artista– y la marcha de su marido, Alberto Martín, no pudo superarlo. Cuando el trabajo y los viajes no me permiten atender a mamá personalmente, dejo las 24 horas a una cuidadora profesional para que nunca esté sola. Mi madre necesita amor, cariño y que estemos muy pendientes de ella. Precisa un entorno estable y mi casa de La Moraleja resulta perfecta. Es lo mejor para ella", subrayaba considerándose mejor hija que artista algo que demostró hasta en su despedida. Y no le faltaba razón para semejante convicción a la que nunca renunció.
Su primera gran pérdida
El padre de Norma, Alberto Martín, falleció en 2002, una pérdida de la que nunca se recuperó su madre, Purificación, que años después tendría que soportar la muerte de su hija Carla. En la foto, las tres en el primer aniversario del fallecimiento de su padre.