Felicidad efímera, en ‘Acacias 38’

Lucía y Telmo acuerdan marcharse juntos de Acacias con el pequeño Mateo. Sin embargo, Eduardo, que ha escuchado la conversación, se lo impide

Después de una fuerte discusión con su marido, la mujer se desmaya y es trasladada urgentemente al hospital.

Allí, mientras se recupera del desvanecimiento, el médico le comunica una terrible noticia: “Padece una enfermedad cardíaca muy grave, le queda poco tiempo de vida”. Destrozada, decide no contarles nada a su esposo y a su amado para no hacerles daño.

Por otro lado, mientras Cinta debuta en secreto como artista bajo el nombre de La Dama del Misterio, sus padres se enfrentan a un grave problema.

“Nuestro teatro se ha incendiado y ya no queda nada de él. Estamos completamente arruinados, no sé cómo saldremos de esta”, comenta José a su mujer, que le infunde ánimos y él promete que hará todo lo posible para salir adelante.

Dicho y hecho, al día siguiente, el matrimonio se dirige al establecimiento de Lolita y le proponen asociarse: “Podrías vender aceitunas con la efigie de Bellita. Sería una magnífica idea, creo que tendríamos mucho éxito”.

Ajeno a todo, Samuel hace lo posible para salvar a su esposa de las garras de Ariza, el sicario que ha llegado al barrio para acabar con Genoveva, una orden que viene de la mano de Cristóbal, un antiguo conocido de la muchacha.

Así pues, propone al asesino a sueldo facilitarle, con la ayuda del senador, la huida del país a cambio de que deje con vida a la nueva señora Alday. Este acepta y se marcha muy lejos

Ramón está comenzando a reconstruir su vida. Gracias a los consejos de Carmen, que fantasea con que su relación sea algo más que una amistad, le cuenta a Antoñito lo que ocurrió la fatídica noche de la muerte de Celia, pero omite un duro detalle.

El chico sufre al tener que soportar los comentarios sobre su padre sin poder decir que él no es ningún asesino. “Aunque se oponga, tengo que demostrar que es inocente de lo que se la acusa, lo haré cueste lo que cueste, por Trini y por mi hermana”, piensa mientras pasea por su casa.

Aunque parecía que las cosas mejoraban para Felipe, al abogado le cuesta reinsertarse en su profesión y no logra centrarse. Desesperado, vuelve a las andadas

Palacios, que se siente culpable por la mala vida que lleva su examigo, pide ayuda a Liberto. El marido de Rosina hace caso de sus súplicas e intenta hablar de nuevo con Álvarez-Hermoso para que recapacite sobre su actitud. “Siempre fuiste un hombre admirable al que todos los vecinos respetaban y querían. Sé otra vez esa persona”, le sugiere.