Relación clandestina en 'Acacias 38'

Felipe se rinde al no conseguir desenmascarar a Alfredo y rompe su idilio con la esposa de este: “Nunca te he amado, solo te utilicé para poder devolver a los vecinos sus fortunas. Por ti lo único que siento es desprecio”.

Acto seguido regresa a su alcoba y habla con Marcia: “Desde la muerte de mi querida Celia, mi vida dejó de tener sentido, pero tu llegada a mi casa me iluminó de nuevo. Te quiero y no me imagino mis días sin ti. Deseo estar contigo”.

La criada cae rendida en los brazos de su jefe y la nueva pareja decide que mantendrá la relación en secreto hasta que encuentren el momento adecuado para comunicárselo a sus amigos.

Al día siguiente, Genoveva idea un plan para acabar con su marido. Esa mañana le sugiere que se quede en casa y mantenga un encuentro con Eladio. “Mereces evadirte de los problemas de estas semanas. Yo os dejaré solos, tendréis una absoluta intimidad”, comenta sugerente.

El banquero hace caso a sus consejos y cuando se está tomando una copa de licor en su salón, a la espera de su amante, un ladrón entra en el piso y le apunta con una pistola.

Los dos hombres forcejean y poco después se oye un disparo.

Por otra parte, los Domínguez, al saber que Angelines está en la ciudad, intentan animar a Cinta llevándola a clases de canto. “Tú lo que necesitas es bailar y sacar toda esa amargura que llevas dentro mi niña, tienes que volver a sonreír y para eso lo mejor son las palmas y el sonido de una guitarra”, sugiere Bellita.

Mientras, Emilio, como alma en pena, pasea con su prometida, ante las miradas de extrañeza de los transeúntes. El camarero es cada vez más consciente del amor que le tiene a la artista y por eso traza una artimaña con su ayuda y la de Antoñito para evitar su futura boda.

“No creo que pueda ser feliz nunca si no estás a mi lado. Puede que las cosas no salgan como espero, pero, por lo menos, lo habré intentado hasta el cansancio. No me rendiré”, dice a su amada.

Casilda se encuentra muy preocupada por su patrón. Una noche le descubre bebiendo y mirando una fotografía de Rosina, la empleada se teme lo peor. Su preocupación aumenta cuando averigua que ha hecho un testamento.

Asustada, acude a contárselo a Susana: “¿Y si le diera por quitarse la vida? Desde la partida de mi señora de Acacias él anda por la casa como un espíritu”. La sastra le pide que lo vigile muy de cerca: “A pesar de su infidelidad, mi sobrino adora a su mujer por encima de todo y sería capaz de cometer una locura si ella no vuelve al barrio pronto”.