Camino no puede más; ‘Acacias 38’

Camino está destrozada por lo sufrido en las últimas semanas después de su fatídico matrimonio. La muerte de Ildefonso solo ha angustiado más de lo que ya estaba a la joven.

Presa de los nervios y la depresión, acude a Anabel, con quien primero se disculpa por haberla tratado mal en anteriores ocasiones, y le desvela el motivo de su estado. “Yo nunca amé a mi marido, me casé con él para guardar las apariencias en Acacias. A quien realmente quiero es a Maite Zaldúa y desde hace mucho tiempo no la veo”, revela la muchacha. Su amiga, lejos de escandalizarse, intenta consolarla.

Consciente del mal momento que está viviendo su hija y pensando que su relación con ella es irrecuperable, Felicia resuelve marcharse a Cantabria. Esa misma noche, se cita con Marcos para rechazar su propuesta matrimonial: “Creo que lo mejor es que ponga tierra de por miedo. Necesito olvidarme de todo lo que he vivido aquí y ser feliz en otro lugar”.

Tras el desagradable encuentro, el hombre se queda destrozado y se plantea regresar a México. Por su parte, la matriarca de los Pasamar toma una decisión más antes de dejar el vecindario:
vender el restaurante Siglo XX.

Los compradores del local no son otros que Sabina y Roberto, que tienen su primera discusión sobre el negocio cuando ponen en común sus ideas para sacarlo adelante. Susana, junto con Armando y Rosina, es quien empieza a cotillear acerca de la presencia de los nuevos habitantes.

Cerca de allí, Felipe ha despertado del coma, pero sufre amnesia. Genoveva se desvive por cuidarlo, algo que no pasa inadvertido para sus amistades, ni para Velasco que pregunta abiertamente a la mujer si sigue enamorada del hombre: “No quiero que juegues conmigo, así que dime la verdad”.

Ella logra mentirle y le asegura que ya no siente nada por el enfermo. El abogado no termina de fiarse de su cómplice, por lo que ordena a Laura que liquide definitivamente a Álvarez-Hermoso.

“Si no haces todo lo que te ordeno, será tu querida hermana quien pague las consecuencias”, la chantajea el pérfido hombre.

Al día siguiente, llega desde Cabrahigo un paisano de Lolita llamado Aquilino. Tras conocer su nerviosismo por las próximas elecciones políticas, el curandero le da toda clase de amuletos que transmiten una gran seguridad al chico.

Con todos los objetos sobre su cuerpo se presenta al último mitin. Los extraños abalorios son motivo de mofa para la prensa y algunos asistentes, pero el primogénito de los Palacios hace caso omiso a las burlas y sigue con su discurso, que resulta ser un éxito. Una semana después, llegan los resultados electorales. Todos festejan al descubrir que el muchacho es el nuevo diputado del partido conservador.

Por otro lado, Bellita también se decide a usar los ungüentos del sanador cabrahiguense para solucionar sus dolores de garganta, sobre todo, cuando le llega una propuesta del empresario Paco Caro para cantar en uno de los mejores teatros de la ciudad. No obstante, los resultados no son los esperados.

La mañana de después, la folclórica amanece sin voz. José, que se da cuenta de lo que ocurre con su mujer, se muestra comprensivo: “No te preocupes, te prometo que lo solucionaremos”.

Rápidamente, la lleva al médico, que confirma su afonía. Los Domínguez, desesperados, se plantean cancelar los conciertos, pero la llegada del doctor Puerta podría solucionar sus graves problemas.