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La nueva película de Álvaro Morte lo viste en las barbas de un espía en Siria mientras trata de dar caza a un buscadísimo jefe del ISIS… En la pantalla se salpica de arena, sudor y mucha sangre fría. Por suerte, Morte nos atiende “al solecito” de una terraza en Sevilla. Es un alivio, dice. Llega desde Londres, donde estrenó ‘Barcelona’ en el clásico Duke of York del West End el 21 de octubre. Se trata de un duelo interpretativo lustroso e híper carismático junto a Lily Collins, la Emily de ‘Emily in Paris’. “Estoy muy contento, muy contento. Encontrarte haciendo teatro en Londres, en un escenario en el que he ido yo a ver gente a la que admiro, es muy guay”.
“Además Lily Collins ha resultado ser una compañera maravillosa. Tenemos mucha química entre nosotros, nos llevamos muy bien dentro y fuera de las tablas, y la directora es fantástica. También la producción, donde son todos chicas. Estoy encantado de que todo esté tirado desde el amor, desde el respeto, el escucharse y el que todo esté bien. Está siendo una experiencia maravillosa, maravillosa”. Pero el “solecito” se agradece. Londres es, simplemente, “gris”.
¿Cambian las reglas del juego cuando haces teatro en inglés?
De entrada, es más complicado al no ser tu idioma nativo. Pero estoy haciendo de español, entonces incluso el acento que pongo no es el más limpio que yo pueda tener. Pero sobre todo, el reto más allá del idioma es que somos sólo dos personajes en el escenario durante hora y media, Lily y yo. Y sí que es verdad que, al aceptar, lo primero que pedí fue un Zoom con Lily para ver si entre nosotros podía haber algo, si podíamos llevarnos bien, que fuera fácil y que tuviéramos cierta química. Estuvimos una hora y pico hablando, y ya se respiraba que teníamos el mismo tipo de humor, que podíamos salvar un poco el estar en el escenario los dos juntos tanto tiempo. Porque si tienes que estar durante meses, todos los días, compartiendo escenario con una persona con la que no acaba de funcionar, al final es una pesadilla. Y no, con Lily está siendo estupendo.
Contabas que uno de los “ganchos” de ‘Raqa’ fue el reto de aprender árabe. ¿Hablamos demasiado poquito de los ganchos que nos atraen a personajes, más allá de la historia? Parece que el guion sea siempre la última parada.
Efectivamente. Aunque siempre primero irá el guion, porque si no te engancha, apaga y vámonos. Pero también estaba la oportunidad de trabajar con alguien como Gerardo Herrero, que es historia del cine español, el repetir con Mina [El Hammani, con quien rodó el capítulo de ‘La pesadilla’ en ‘Historias para no dormir’], el hablar de temas a la orden del día y que son tan peliagudos... De hecho, hoy tengo muchos mensajes en redes sociales de gente de países islámicos que me están dando las gracias. Y tú como actor intentas ponerte retos en el camino. Intentas ponerte a ti mismo piedras a ver si eres capaz de ir superándolas. En este caso, que fuera un personaje que un tercio en español, un tercio en castellano, un tercio en inglés y un tercio en árabe, pues era una cosa muy, muy complicada. Porque además, fíjate: yo lo primero que le dije a Gerardo fue ‘oye, ¿por qué no coges a alguien de allí? ¿Qué hago yo haciendo esto?’. Pero hablándolo con Tomás Bárbulo, el autor de la novela [‘Vírgenes y verdugos’, editada por Salamandra Black], coincidíamos en que podía estar narrativamente justificado. Entonces el reto estaba no sólo en ser capaz de hablar árabe, sino que sonara bastante natural, y eso sí supuso muchísimo esfuerzo, y muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas horas. Pero bueno, al final estoy muy contento.
Me sorprende que hables de cómo tratas de ponerte piedras en el camino, cuando yo pensaría que lo que te trae a un personaje justamente son las zanahorias, no las piedras.
No, las zanahorias llegan después. Las zanahorias llegan cuando eres capaz de haberte puesto una piedra y superar ese escollo, o al menos no tropezar. Cuando tú te lo intentas poner difícil de alguna forma y consigues encontrar con ayuda y con trabajo, soluciones a esas cosas complicadas, pues es muy gratificante. Suele suceder mucho cuando de repente recibes un guion y hay la típica secuencia que no sabes por dónde cogerla. Y te preguntas: ‘¿Cómo vamos a hacer esto? ¿Es imposible? ¿No se puede? ¿Cómo hacemos?’. Cuando consigues encontrar la solución, normalmente son esas secuencias las que luego funcionan mejor en el proyecto en sí.
¿Tienes algún ejemplo?
Te podría poner ejemplos de casi todas las producciones que he hecho. Ha habido secuencias, por ejemplo, de ‘La Casa de Papel’, en las que parecía completamente inverosímil que de repente la inspectora le hiciera un test conectado a una máquina de la verdad el Profesor. Tú leías el guion y decías, ‘¿pero cómo vamos a hacer esto?’. Luego encontrábamos la fórmula, y funcionaba y te sentías muy orgulloso. Como que, ‘mira, lo hemos podido hacer y ha colado’.
Contaba Gerardo Herrero cuánto suele tardar en descubrir aquello que no se tiene que entender en la película. Pienso en tu personaje, que tiene una psicología muy velada. ¿Cómo fue tu proceso de revelar lo que tenías que volver a ocultar?
El proceso es convertir las noventa páginas de tu personaje escrito en el guion en una biografía que tú generas, y creo que todos mis compañeros de profesión generamos, para apoyar por qué hace las cosas que hace. Eso es todo lo que le sucede a él antes de la película, que no vemos pero que hace que su sombra sea más alargada. Ese es un proceso tan interesante, y tan chulo. Además que Gerardo es una persona que sabe tremendamente del mundo islámico, y las conversaciones que teníamos con él eran absolutamente fascinantes. Una vez que ya tienes construido todo ese mapa llega esa “parte velada”, que es necesaria especialmente para este tipo de personaje. Estamos hablando de un espía. Y Gerardo quería hacerlo realista, no como James Bond. Porque un espía no es como James Bond, de Martini y de coche de lujo. Un espía es la persona en la que menos te fijarías cuando entras en una reunión. Su trabajo es ese, pasar lo más desapercibido posible, ser gris, apocarse y que nadie note lo inteligente o lo peligroso que puede llegar a ser. Yo quise hacer un arma de doble filo, no un espía, sino un hombre marcado por la soledad, por momentos en los que nunca sabes exactamente lo que está pasando por su cabeza.
Tu carrera sigue volviendo al thriller cerebral, contenido. ¿Qué es lo que te interesa del género?
Lo que a mí me gusta aportar desde el personaje es precisamente intentar generar más preguntas que respuestas. Porque hoy por hoy tenemos un público muy exigente, muy inteligente, que está acostumbrado a ver muchas cosas y al que le gusta sentir el estímulo, sentirse estimulado con lo que le estamos contando. Yo no voy a contarte una historia sólo. Quiero, en cierto sentido y si es que se puede, hacerte colaborar con la historia, formar parte de ella no dejándolo todo exactamente claro. Me gusta mucho jugar a hacer personajes que nunca sabes si efectivamente son muy buenos o muy malos, moverme en la escala de grises. Me parecen más atractivos para mí como intérprete y para ti como espectador.
A mí me da pudor, porque siento que la cuestión del terrorismo y del Estado Islámico siempre se ha retratado desde el estereotipo de que la gente allí sólo pueden ser o víctimas o verdugos. ¿Sientes que tenemos demasiado reparos, o demasiado pocos?
Creo que vivimos en una sociedad que peca de ser muy prejuiciosa. Creo que es muy peligroso dejarse llevar por las fake news y por las modas, o las líneas de pensamiento que no están contrastadas. Por supuesto, sería absurdo pensar que todo el mundo árabe es lo que aparece en la película. Nosotros estamos contando una cosa muy concreta. ¿Cuántas veces hemos escuchado gente de Irán pidiendo ayuda por lo que les está pasando y que la gran mayoría del planeta esté mirando hacia otro sitio? Porque nosotros hayamos hecho una película como esta en ningún caso, estamos diciendo que el mundo musulmán o árabe sea así, sino todo lo contrario. Y sí que es verdad que tenemos que tener mucho cuidado con a través de qué medio nos informamos. Bueno, es una pena el prejuicio en la sociedad en la que vivimos, pero es que está a la orden del día.
De hecho, en la película se menciona Charlie Hebdo y se subraya el sufrimiento cotidiano de las mujeres de fondo. Es como si la película fuera otro medio informativo, aunque evidentemente hable desde la ficción. Y tú participas creando esta ficción como actor. ¿Sientes alguna responsabilidad hacia la realidad, o la verdad, a la hora de crear tu personaje?
A ver, evidentemente lo primero es que hacemos ficción, y partimos de ahí, aunque hablemos de algo que de verdad sucede. Entonces tu intención, sobre todas las cosas, es intentar ser fidedigno. Gerardo y Tomás, que saben más y han estado allí, me dan las herramientas para eso. Aparte, investigas y te pones a leer. Pero… ¿Responsabilidad? ¿Qué responsabilidad tiene el arte? (ríe). Creo que parte inherente al arte es intentar movernos por dentro. Pero luego que cada uno se enfrente como quiera a él. Y yo no quiero tener ningún tipo de responsabilidad en ese sentido, más allá de la que yo asumo como intérprete en mí mismo. No intento cambiar a nadie, no intento hacer que nadie piense de una forma u otra. Trato de ser honesto, actuar según las herramientas de las que he podido disponer... Creo que la palabra efectivamente es ‘fidedigno’.
Supongo que la conclusión de todo esto es que toca ir al caso concreto.
Puede ser, puede ser. Hay veces que lo concreto se hace muy grande, porque lo que lo rodea tienes unas dimensiones tremendas, que afectan y salpican muchísimo. Pasa con el Estado Islámico… Ese es un mundo muy complejo. Por ejemplo, a mí me interesaba mucho hablar, desde el personaje de Mina [El Hammani], sobre los distintos tipos de mujer dentro del mundo islámico. No puedes abarcarlos a todos, pero sí obtener una panorámica de formas de enfrentarse al sistema. Pero todo eso no lo haces desde casa, leyendo un periódico o viendo las noticias. Como actor, tienes que meterte en la piel de tus personajes. Y eso, cuando los actores que te rodean son tan maravillosos, te mueve mucho por dentro.
Especialista en películas de estreno y series de actualidad, festivales internacionales y todas las novedades de cine de autor. Se graduó en Comunicación Audiovisual en la Pompeu Fabra, en el área de Análisis y crítica.
Lleva seis años escribiendo reseñas y cubriendo noticias en Fotogramas, es la firma semanal de cine en Tot és Comèdia de SER Catalunya y Va de Cine de Radio 4, y colabora regularmente en Gara, El Cultural y SensaCine desde el festival de Cannes, Venecia y Berlín. Se ha colgado la medallita por ser la segunda persona de España en recibir el distintivo Berlinale Talents como periodista.
Le apasionan las series (habla de ellas en Plaça Tísner de Betevé) y el anime, del que escribe en Serielizados y al que da vueltas en el podcast Sopa de Miso, de la misma revista. Podréis leer sus artículos sobre videojuegos indie en la revista LOOP, de GameReport, y ha publicado un capítulo en el libro “Pier Paolo Pasolini. El grito que no cesa” (Semana Internacional de Cine de Valladolid y Caimán, cuadernos de cine, 2022).
Es parte del comité de programación del Festival l’Alternativa de cine independiente de Barcelona, para quienes también lleva la prensa. Desde el año pasado, programa películas sobre vino en el Festival Most. Le veréis como participante y coordinando actividades educativas alrededor del cine, en colaboración con ciclos, festivales y escuelas como La Casa del Cine o ESCAC. Hoy se gana el sueldo, también, como docente de Narrativa Audiovisual en el Grado de Videojuegos de la Universitat Politècnica