'El Pueblo': María Hervás y Carlos Areces nos desvelan sus pueblos favoritos

Los actores viajan al pasado para descubrirnos su particular Peñafría, escenario ficticio de la serie de Telecinco y Amazon Prime Video. Navaluenga, Ania, Blanes… todavía son para ellos lugares adonde volver.

María Hervas y Carlos Areces en 'El Pueblo'

Por exigencias del guion, maldicen la vida rural. Carlos Areces interpreta en El pueblo a un urbanita arruinado, y María Hervás a su pareja, una chica superficial. Sin embargo, durante los cuatro meses de ‘aislamiento forzoso’ en Valdealavilla, Soria, reconvertido en Peñafría para grabar la serie, han disfrutado de un entorno y modo de vida que no les son ajenos.

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El Pueblo. Capítulo 1

María Hervás, Amaya en El pueblo, rememora sus veranos en Navaluenga, Ávila: “Aunque no teníamos raíces, veraneaba allí con mi padre, mi tío Juan Carlos y mi abuelo, los tres hombres más importantes de mi familia. Hacía excursiones en bici, jugaba al bádminton o comía torreznos con patatas revolconas. ¡Y mi abuelo me enseñaba tacos con el diccionario!”.

'El Pueblo' de María Hervás

María también hizo pandilla en Navaluenga: “Recuerdo cuando nos bañábamos en el agua congelada del río, o comíamos pipas mientras lucíamos nuestros primeros vestidos de licra”. Pero quien copaba toda la atención era su abuelo: “Con su ojo de cristal, su figura estirada, su siesta diaria, su mus en la taberna y sus escasas palabras... Generaba en mí una especie de respeto, que a veces paralizaba mi espontaneidad y otras me inspiraba. Quería ser como él… ¡y ahí vamos!”.

el pueblo capítulo 6

Carlos Areces llama “mi pueblo” a una minúscula aldea asturiana, Ania: “Desde los 6 años hasta los 15 iba dos meses al año para estar con unos primos lejanos de mi padre y entre cerdos, vacas y gallinas. ¡Qué feliz era”. Y hacía piña con su primo José Luis y su amigo Javier, “mayores que yo y a los que no he vuelto a ver. Desde entonces solo he regresado a Asturias por trabajo”.

El pueblo de Carlos Areces

El pueblo les ha proporcionado otros placeres. Para Carlos se llama Castillejo de San Pedro: “Está al lado de Valdealavilla, a una hora de camino por un pedregal. No está abandonado, pero allí ya no vive nadie a diario. Siempre que podía engañaba a algún compañero de rodaje para ir hasta allí y ver el atardecer. Me enamoré de su paz y de su melancolía”. Y María ha redescubierto el campo. “Una de las cosas positivas de esta experiencia era perderte por la montaña después del rodaje”.

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