Mientras espera la llegada de un proyecto que le fascine como La desalmada, cuyas grabaciones ya han concluido, Eduardo Santamarina nos comenta qué ha supuesto para él esta novela, la número 37 de su carrera.
¿Contento con este regreso?
Mucho, porque es una historia fuerte, con mucha pasión, amor, desamor, intrigas, mentiras y gran entrega por parte de todos los personajes. Interpretas a Octavio Toscano, el villano… Me encanta, últimamente me dan esos personajes y me gustan mucho, pero quien más lo agradece es mi mujer porque llego a casa suave como la seda (risas). Mayrín está feliz.
¿Dejas cualquier rastro de negatividad en el set?
Sí, porque estos papeles te permiten sacar todos los demonios que llevas dentro. Y yo tengo algunos que he podido aportar a Octavio, que además me exigía mucho.
¿Satisfecho entonces con tu trabajo en esta producción?
Mucho, porque me ha permitido seguir creciendo como actor y ser humano pues toca esas fibras que te hacen madurar. Gracias a José Alberto Castro, el productor, que me ha dado esta oportunidad. Empecé a trabajar con él siendo un angelito en la telenovela Serafín (1999) y ahora me he transformado en diablo.
Describe a tu personaje.
Machista, controlador y agresivo con las mujeres. Básicamente es un tipo lleno de miedos y eso lo lleva a actuar así. A medida que avanza la historia va viéndose por qué lo hace. Yo creo que no hay buenos y malos, sino personas virtuosas que, dependiendo de la situación, sacan esos demonios internos.
¿Qué aconsejarías a una mujer que sufre maltrato, como el que se ve en la novela?
Que denuncie, aunque sé que es difícil debido al miedo, el rechazo, la culpa, pero que lo haga con pruebas y nombres, para que no se especule y se tomen cartas en el asunto.
Has grabado con caballos. ¿Cómo os habéis llevado?
Bien, y eso que soy alérgico. El primer día me llené de ronchas, se me cerró la garganta y los ojos se me hincharon. Nada que no se pueda solucionar tomando la medicación adecuada. Era lo que hacía antes de grabar con ellos.
¿Te consideras afortunado?
Sí, y no ya por tener trabajo sino, sobre todo, porque mi familia y yo nos encontramos bien, y eso es el mejor regalo.