Aunque su plató es el más pequeño de Movistar, un sótano en un teatro, en pantalla presume de estar en el centro de la ciudad. “Cada día Buenafuente me recuerda que ese era su sueño y que le da envidia”, dice su conductor.
¿En qué te diferencias de otros presentadores?
Me hacen caso porque siempre estoy en medio y destaco más por la cantidad que por la calidad. Me muevo mucho todo el día por los pasillos, y por eso se me ve.
¿Y asumes también esa responsabilidad?
A mí eso no me abruma. Estoy más pendiente del ránking de tenis madrileño que de la marcha del programa. Cuando tu principal preocupación es no bajar del puesto 40, la televisión te da igual. Me centro más en el deporte, algo que me relaja bastante.
¿A veces te toca poner orden entre el equipo?
Yo aparezco como director técnico del programa, pero esa función se reduce si llego cada día diez minutos antes de que empiece. Es muy difícil, aunque yo intento lanzarme. Tenemos un grupo de whatsapp en el que pongo cosas como: “Más chistes, quiero que la gente se ría”, para que aprecien mi responsabilidad.
¿Los invitados han cogido bien el tono del programa?
Es verdad que los primeros que vinieron no eran tan conocidos. Pero luego se ha hecho mucha burbuja con el éxito y ahora nos visitan todos con más tranquilidad.
¿Por qué no hay mujeres en La resistencia?
De momento no me han tirado de las orejas desde arriba y no necesito hacer autocrítica. En Movistar no hay ningún filtro para decidir sobre esos temas.
¿Con qué entrevista has disfrutado, además de Federer?
No lo sé, no tengo preferencias, me lo paso bien en general con todos. Cada día intento disfrutar de lo que me pone delante la vida.
Retirasteis un monólogo de Iggy Rubín sobre ETA y Ortega Lara. ¿Ha repercutido en el programa?
Hemos intentado que no. Lo de Iggy tenía unos condicionantes claros. No era un debate sobre la libertad o los límites del humor. Después hemos seguido con las mismas bromas de siempre. En la tele a veces suceden movidas complicadas de gestionar, pero hemos apretado más en los chistes, y sin bajar el pistón.
¿Qué balance haces?
Yo siempre estoy con el piloto automático para hacer el menor ejercicio posible. Voy al programa como si pasara por un túnel de lavado. Lo que me cuesta es vocalizar porque soy de la sierra de Jaén.
¿A quién te gustaría recibir en la siguiente entrega?
No tengo expectativas. Viajo por la vida sin ilusiones, esperando que amanezca cada día.
¿Se ha autoinvitado alguien más después de Piqué?
Públicamente no lo sé. Lo de Piqué estuvo bien porque los deportistas de élite tienen muchos reparos en acudir a la tele. Vino, la gente se lo pasó bien, él también, y eso ha abierto una puerta. Hay personas de su rollo que igual les apetece venir porque saben que no pasa nada, que disfrutan, y ya está.
¿Qué entrevista se te resiste?
No me queda ninguna tras la de Federer. Y no está en mi mano quién viene cada día. Me habría gustado Freddie Mercury. Hay una, pero que no puedo decir.
¿En qué ha cambiado tu vida desde que comenzó el programa?
Me cambié de casa para vivir cerca de donde se graba, para que no me multasen, aunque eso no lo he conseguido. Pero es guay porque ahora tengo acceso al carril bici de Carmena, da justo a mi casa, puedo ir en bici en calzoncillos directamente. Me han puesto una estación de bicimad en el ascensor.
¿Hace unos años habría sido posible un programa como La resistencia?
Es verdad que hay un tipo de cosas que no se han hecho desde hace un tiempo y ahora han cambiado algunas. Esto que se dice de que ahora la gente se enfada y se ofende mucho por twitter, creo que no debería influirnos. Nosotros, tanto en la tele como en la radio, somos de apretar las tuercas para la comedia y dar un paso más allá, y creo que la gente o ha recibido con gusto. Claro que se puede hacer.