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En abril de 2017 Pablo Vierci y JA Bayona se conocieron en Londres. Desde hacía seis años Bayona estaba muy interesado junto a la productora Belén Atienza, en hacer una película basada en el libro 'La sociedad de la nieve'. Como manifestó públicamente, el libro había sido fuente de inspiración durante el rodaje de su película Lo imposible, leyendo fragmentos a los actores. La sensibilidad y talento de Bayona cautivaron de inmediato a Vierci, como luego cautivó a los sobrevivientes y a las familias de los muertos que conoció.
¿Por qué escribir un libro sobre ‘La tragedia de los Andes’ más allá de la relación de amistad que le une con los protagonistas?
Siento que a cualquiera que hubiera estado en mi lugar le sucedería lo mismo. Si a uno le fascina la escritura desde la adolescencia, como forma de bucear y entender lo que normalmente no comprende mediante este ejercicio de introspección, con ideas y emociones, que es para mí lo que significa la escritura, y a los 22 años se cae un avión con buena parte de los chicos con quienes te criaste desde los cinco años, si se dan estas dos coincidencias, a cualquiera en mi lugar le sucedería lo mismo. La necesidad de entenderlo y el compromiso de hacerlo en representación de los amigos, como puse en la dedicatoria del libro, desde su primera edición en 2008: “Para los amigos; de antes, de siempre, de entonces”.
El compromiso surge además porque desde un primer momento queda una asignatura pendiente: cuando se escribe el libro “¡Viven!”, que me gustó mucho y me pareció imprescindible, el que se publica a poco más de un año del regreso de los sobrevivientes, advierto que falta contar la historia desde la cercanía. Intenté abordar el tema desde diferentes ángulos periodísticos, desde siempre, pero muchos sobrevivientes demoraron mucho tiempo en querer hablar, en primera persona, fundamentalmente para no volver a abrir la herida de las familias de los que no volvieron.
¿Qué fue lo más complejo a la hora de escribir ‘La sociedad de la nieve’?
Había dos elementos complejos, el primero era la participación de todos, los dieciseis sobrevivientes. En este sentido fue muy importante el hecho de que en 2004, el colegio Stella Maris me pidió que escribiera el libro de los 50 años de su fundación, que titulé “Ad Astra”, donde la historia de los Andes divide el libro en dos, porque siempre sentí que lo ocurrido en la montaña en 1972 había partido al colegio y a nuestras vidas en dos. Fue tanta la gente que concurrió a la presentación de “Ad Astra”, que tuvieron que habilitar más salas con pantallas, y obviamente no era por mí, ni por el libro, sino que había “algo más” que la gente quería escuchar.
Paralelamente, ese mismo año, dos sobrevivientes, Roberto Canessa y Gustavo Zerbino, le plantearon a un documentalista uruguayo que los iba a entrevistar, Gonzalo Arijón, que compartiera conmigo esas entrevistas, a las que yo podría sumar las entrevistas que yo mismo les haría, desde la cercanía y las memorias compartidas, junto con toda la investigación que requería hacer el libro, sumado a lo que ya había hecho para el libro “Ad Astra” y lo que había escrito desde 1972.
Esa sinergia, más el paso del tiempo, permitió que todos los sobrevivientes quisieran hablar.
Qué diría que tiene ‘La sociedad de la nieve’ que no tiene otros libros que hablan sobre ‘La tragedia de los andes’?
El hecho de hacerlo en primera persona, con capítulos alternados, donde hablan los propios sobrevivientes, aunque claro que es un texto editado, porque tenía muchísimas páginas de cada uno, pero tuve que hacer el ejercicio de condensar la esencia en 15 páginas.
Esas páginas en primera persona se las mostraba a cada uno de ellos y recibía sus devoluciones, para que juntos pudiéramos construir esa obra coral. Entre esos capítulos, yo redactaba capítulos que eran puentes, o eslabones que se engarzaban, unos con otros, para formar una cadena que nos llevara a lo largo de la historia, hacia un final abierto.
¿Qué ha sido lo más complicado de contar, de escribir en ‘La sociedad de la nieve?
En mi caso, siempre ha sido estar a la altura. Es algo subjetivo, porque es infinito, no hay un techo sobre qué significa “estar a la altura”. Es para mí un nivel de exigencia y responsabilidad superlativa, pero no lo puedo evitar. No es solo que les guste a los sobrevivientes, o que a los familiares de los que no volvieron les resulte un homenaje justo, digno, sino que termina siendo un tema con mi conciencia.
¿Cómo valora la adaptación cinematográfica de Bayona’ con respecto a ‘Viven’?
La película “¡Viven!”, de 1993, siempre me pareció una buena película que puso este tema, para mí tan trascendente para la humanidad, en el inconsciente colectivo. Pero como con el libro en el que se basa, siempre me pareció que faltaba contar esta historia en cine desde la cercanía. Y para ello debía ser en español, contada desde las peculiaridades de Uruguay, su idiosincrasia, porque todos los pasajeros del avión eran uruguayos.
Estuvo junto a JA Bayona durante el rodaje de ‘La sociedad de la nieve’ ¿Qué retos tuvisteis que hacer frente para llevar este relato a la gran pantalla?
En 2016 empecé a trabajar con Bayona y sus productoras, en los primeros años escribiendo tratamientos y primeras versiones de guión, juntos. Fuimos avanzando y siempre nos dábamos cuenta que el desafío era más complejo y a la vez más apasionante.
Todo el mundo conoce los hitos de esta historia, el accidente en sí. Pero la forma de recorrer la historia, la navegación entre ellos por territorio desconocido, siempre se puede hacer con más o menos hondura, con más o menos emoción, con más o menos capacidad de lograr una experiencia inmersiva, que sea transformadora para el espectador.
Creo que esta historia se montó como un pasajero inesperado en estos fenómenos nuevos y portentosos, el streaming y las redes sociales, porque había una avidez por temas esperanzadores, profundos y de reconciliación con el ser humano. Y esto se visualiza claramente en la juventud. Hasta hoy casi todas historias épicas de jóvenes provienen de las películas de las guerras, se asocian siempre con el horror. Pues aquí hay un ejemplo donde la juventud se asocia con lo mejor del ser humano: la generosidad, la entrega y la bondad.
¿Alguna anécdota del rodaje que recuerdes con especial cariño?
Como soy productor asociado de la película, acompañé todo el rodaje, más de 140 días, más de 500 horas de rodaje. Fue una experiencia durísima. Por eso las secuencias que recuerdo con más cariño, fueron las rodadas en Montevideo, del comienzo de la película. Tras haber padecido tanto en la montaña de Sierra Nevada, con el frío, las ventiscas, con tres sets, uno de ellos a casi 3.000 metros de altura, toda la secuencia del bar, cuando los amigos terminan de convencer a Numa a viajar, esa situación casi que de comedia, me llenó de felicidad y de amor por los personajes. Sabía la tragedia que se desataría minutos después en la película, pero como lo rodamos después de padecer en la montaña, fue como una reconciliación con la juventud, la alegría y la amistad.
¿Por qué crees que ‘La tragedia de los Andes’ sigue creando tanta curiosidad a la población?
Porque es una historia de jóvenes veinteañeros que pasan 72 días en la cornisa misma entre la vida y la muerte. Porque son jóvenes que sin ningún enemigo, como sucede en las guerras, se enfrentan sin haber hecho nada malo, a una situación irrepetible, perdidos en el lugar más inhóspito del planeta, con la muerte pisándole los talones. Porque hicieron el pacto más generoso que conozco, el pacto de entrega mutua, de ofrecer sus cuerpos para que, en caso de que uno muriera, los otros puedan usar su cuerpo para continuar con la carrera de la vida. Todo esto te reconcilia con el ser humano.
¿Cuánto sabemos de lo pasó en la montaña y cuánto desconocemos?
Los sobrevivientes, que son los únicos testigos que tenemos de lo que ocurrió en los Andes en 1972, junto con tres cartas que escribieron tres que no regresaron, son los que experimentaron algo que nunca se podrá conocer del todo. Los sobrevivientes incluso dicen que entre ellos “somos más que amigos, más que hermanos”, y que “nunca fuimos mejores personas que en los Andes”. Incluso muchos de ellos, a pesar de reconocer que vivieron en el infierno, por momentos sienten nostalgia de aquella sociedad que crearon.
Algunos espectadores críticos no están de acuerdo con que sigan haciendo libros y películas sobre esta historia ¿Qué opina al respecto?
No estoy de acuerdo. Incluso yo hice dos libros al respecto, “La Sociedad de la Nieve” y “Tenía que Sobrevivir”, con Roberto Canessa, donde contamos cómo su vocación de médico que atiende a niños que nacen con cardiopatías congénitas, tiene un vínculo con lo que vivió en los Andes cuando él tenía 19 años: a él nunca lo fueron a rescatar, y por eso tuvo que salir a buscar el rescate, con Nando Parrado y con Antonio “Tintín” Vizintín durante los primeros tres días. Incluso el fenómeno que está produciendo la película “La Sociedad de la Nieve” es la prueba más rotunda de que había mucho que faltaba por contar.
¿Cree que, con respeto al público, el tema de la necrofagia ha restado relevancia a otros temas como la amistad, el desconsuelo o a la supervivencia, que es la verdadera protagonista de esta historia?
Puede ser que en un primer momento, la necrofagia haya sido el tema dominante. Pero gradualmente, como dicen los sobrevivientes, la humanidad logra empatizar con ellos y comprende que la necrofagia puede mirarse desde el otro lado: no es decir “yo me alimento de un cuerpo” sino que yo ofrezco mi cuerpo para que, si yo muero, tú puedas tomar la antorcha de la vida y atravesar la cordillera, llegar a mi casa y contarle a mi familia qué fue lo que ocurrió.
Por último, ¿Ha podido conocer la opinión de los familiares de los no supervivientes con respecto a ‘La sociedad de la nieve’? ¿Cuál ha sido?
El 1 de septiembre de 2023, Jota Bayona, Belén Atienza, Sandra Hermida y yo presentamos la película a todos los sobrevivientes, sus familias, junto con las familias de los que no volvieron. Todos juntos, en un cine, 360 personas. Y resultó para nosotros una de las experiencias más conmovedoras de nuestras vidas. Nadie de los presentes había leído jamás una línea del guión. Pero habían confiado en nosotros. Y lo que ocurrió allí fue una suerte de abrazo simbólico entre todos. Una emoción contenida que la recordaré mientras viva, donde comprobamos que habíamos llegado, con la antorcha de la vida, más profundo que antes, uniendo a todos en torno a la peripecia de estos chicos que vivieron aquella tragedia, tanto los que volvieron como los que quedaron en la montaña.
Pilar Martínez es periodista especializada en contenidos de televisión y cultura, se graduó en la carrera en Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid) en el año 2018. Desde entonces ha pasado por las redacciones de Ecoteuve (El Economista), donde realizó sus primeras prácticas durante el verano del 2016.
Posteriormente, concretamente, en el año 2017 se pasó al grupo Hearst España, donde comenzó su andadura en las revistas de televisión: Supertele, Teleprograma, Telenovela. Ahora colabora con Diez Minutos, en su versión web, donde se encarga de realizar los avances semanales de las ficciones diarias de moda, así como entrevistas y artículos sobre los melodramas o telenovelas que aterrizan en nuestro país y aquellos que están por venir.
Toda una cazadora de exclusivas. A esto, se suma su puesto como redactora jefe de la sección de novela narrativa en la revista Culturamas, medio digital de alto impacto al que lleva unida desde el año 2013. Ávida lectora, cinéfila y seriéfila de primer nivel, ha hecho de su vocación su oficio.