Se conocieron en la escuela de arte de Sidney: ella terminaba de coser su vestido para una fiesta y él apareció en toalla. Baz Luhrmann entonces aspiraba a ser actor, pero pronto vio que el traje que mejor se le ajustaba era el de director. Cuando debutó con la comedia El amor está en el aire, en 1992, contó con su ya novia, Catherine Martin, para la producción y el diseño de vestuario. Desde entonces solo se separan para dormir, ya que son defensores públicos de acostarse cada uno en su cama.
Aquella primera película, la única de toda su filmografía que acaba bien, fue un éxito en su país y el inicio de su conquista mundial. Muy influenciados por el arte moderno y la estética videoclip, dieron un auténtico revolcón al universo de Shakespeare con su versión pop de Romeo y Julieta y de ahí se lanzaron a la producción de su mayor éxito, Moulin Rouge.
“Cuando estudiaba diseño me prometí que nunca haría un musical ni usaría lentejuelas ni brillantes… Así que ya nunca digo ‘nunca’”, nos cuenta riendo Catherine, que ganó dos de sus cuatro Oscar por esa locura romántica que reventó la taquilla. También renegaba de los colores tierra y dedicó más de un año de su vida a crear en esos tonos cada prenda de Australia, un Lo que el viento se llevó al estilo aussie que casi se lleva su prestigio por los aires: presupuesto disparado, rodaje infernal, batacazo comercial…
Minuciosos hasta el extremo, con tanta fama de genios creativos como de derrochones, tardaron otros cinco años en poner en pie su quinto monumento cinematográfico, el remake de El Gran Gastby, con su ya íntimo Leo DiCaprio. Y de ahí, a Nueva York para debutar por todo lo alto en televisión con The Get Down. “Nuestros dos hijos están totalmente habituados a nuestro modo de vida circense”, comenta Luhrmann. Aunque su mujer clama por un poco de calma, hay proyectos megalómanos a la vista como una miniserie sobre Napoleón y un biopic de Elvis Presley.