Ana García-Siñeriz: "En mi matrimonio, la receta es respetar el espacio del otro"

Ana García-Siñeriz se fue de la televisión haciendo lo que más le gustaba, informar. Cuando cerró CNN+, la presentadora, que nació en Oviedo el 26 de julio de 1965, retomó su carrera de escritora. Ahora, publica 'Zoé en Barcelona' (Ed. Destino), la séptima entrega de su exitosa serie de aventuras infantiles.

Para crearlas, se basó en sus lecturas intantiles, como la saga de 'Los cinco', de Enid Blyton. Hoy, le roba tiempo a los fines de semana para escribir y soporta estoica algún reproche de sus hijos, Mateo, de 16 años, y Chloe, de catorce, fruto de su matrimonio con Gautier Peyrouret.

Ana, estamos en Barcelona, donde transcurre la séptima novela de esta colección. ¿Por qué aquí?

Porque a Jordi Labanda, el ilustrador, le dan mucho juego Gaudí y su monumentalidad. Para mí es una ciudad ideal para vivir, tiene montaña y mar, pero sobre todo, por razones sentimentales para los dos.

¿Has usado anécdotas de tu hija, Chloe, en el universo de Zoé?
La protagonista es un retrato de mi hija que hizo Jordi Labanda. Sí que Zoé se parece un poco en su carácter pero yo tomo frases de otras personas. Sobre todo cuando son graciosas. Por ejemplo, hay alguna de Roberto, el marido de Jesús Vázquez.

¿Eres una escritora que ha descartado volver a la televisión?
No, pero tampoco lo busco. Y alguna cosa que me ha llegado, por la razón que sea, no ha encajado. Básicamente porque estoy haciendo otras cosas que me gustan. Aunque sigo vinculada a la televisión desde mi pequeña productora.

Te precede un halo de elegancia. A estas alturas, ¿ya sabes si es innata o buscada?
Supongo que todo lo vas aprendiendo si algo te hace ir en esa dirección. Pero si vieras cómo llegué ayer a Barcelona… ¡Llevaba una pinta infame y tuve que entrar en una tienda a comprarme algo! La televisión tiende a encasillarte y a crearte un estereotipo. No me siento tan identificada con él porque una conoce todas sus facetas.

Conociste a tu marido en 1990 aunque no os casasteis hasta el 10 de mayo de 1997. Después de 24 años juntos, ¿qué balance haces?
Muy positivo. Vas evolucionando al lado de otra persona y cada etapa es diferente. Mi receta es respetar el espacio del otro. Ambos somos muy independientes y no compartimos todas las aficiones. Por ejemplo, a él le gusta esquiar a lo bestia. Va a su aire con sus amigos y yo, que soy un pato, me quedo en el bar con un libro (risas). Cada uno tiene su parcela de esparcimiento, no vamos a todas partes del brazo.

A lo mejor otra receta para ser feliz en pareja es mimarse siempre.
Desde luego. Lo ideal es la gente que parece que guarda la ilusión del primer día. Me encanta ver a esas parejas que están pendientes del otro, que sonríen cuando el otro le habla… Tenemos que luchar contra eso de acomodarse.