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Un año más, este 24 de diciembre es una fecha señalada en el calendario de todos los españoles y no solo por ser Nochebuena sino por, como es tradición, escuchar el mensaje de Navidad del Rey Felipe VI. Cada año las familias se reúnen alrededor de la mesa y a las 21:00 horas todos escuchan muy atentos el mensaje de Su Majestad. Esta es la duodécima vez que el Rey se dirige a los ciudadanos desde que fuera proclamado en 2014 tras la abdicación del rey Don Juan Carlos. Además, lo hace con una importante novedad, pues este es el primer año que don Felipe se dirige de pie a los ciudadanos.
La gran novedad de este 2025: El rey Felipe de pie
Con gran puntualidad, la emisión del mensaje navideño del rey Felipe VI ha comenzado con imágenes nocturnas del Palacio Real de Madrid tomadas por un dron, una propuesta del nuevo equipo de comunicación de la Casa Real. Imágenes que han comenzado en la fachada de Plaza de Oriente y a las que le han sucedido imágenes por la escalera de Embajadores hasta el Salón de Columnas, ya en el interior.
Don Felipe ha aparecido en el Salón de Columnas del Palacio Real de pie y vestido con traje azul marino, camisa blanca y corbata color terracota con estampado geométrico. Una manera de mostrar transparencia, mirada hacia al futuro y seguridad.
Un lugar, con mucha historia, al que hace referencia en su discurso
En este 2025 don Felipe repite por segundo año consecutivo en el Salón de Columnas del Palacio Real, un lugar donde se han producido varios acontecimientos históricos. Uno de ellos, la firma el 12 de junio de 1985 del Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas (actualmente Unión Europea), de la que se han cumplido 40 años en este 2025 y a la que el Rey hace referencia al comienzo de su su discurso, muy centrado en el 50º aniversario de la monarquía parlamentaria y el inicio de la Transición y en la entrada de España en la Unión Europea.
Dos elementos que también lo acompañan en el Salón de Columnas del Palacio Real son las banderas de España y de la Unión Europea situadas a su derecha. A la izquierda de la imagen, símbolos navideños: Misterio del primer cuarto del siglo XVIII realizado en madera tallada y policromada con el nacimiento del Niño Jesús, la Virgen María y San José (de la colección de Patrimonio Nacional conservado en el Monasterio de las Descalzas Reales) y el típico árbol de Navidad, que adorna la gran mayoría de los hogares españoles.
Respecto a temas sociales, el Rey ha destacado el aumento del coste de vida, que limita las posibilidades de progreso, la dificultad del acceso a la vivienda, que es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; la velocidad de los avances tecnológicos, que genera incertidumbre laboral y por último, pero no menos importante, la tensión en el debate público que provoca hastío, desencanto y desafección. Habla de la gran crisis de confianza y de las grandes líneas rojas que no debemos cruzar, muy preocupado por la polarización del país.
El discurso íntegro del rey Felipe VI 2025
"Buenas noches. Hace 40 años en este mismo Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid se firmó el tratado por el que ingresamos en las Comunidades Europeas. También se han cumplido 50 del inicio de nuestra transición democrática. Estos aniversarios me animan a hablaros esta Nochebuena de convivencia; de nuestra convivencia democrática, a través de la memoria del camino recorrido y de la confianza en el presente y en el futuro.
La Transición fue, ante todo, un ejercicio colectivo de responsabilidad. Surgió de la voluntad compartida de construir un futuro de libertades basado en el diálogo. Quienes encauzaron aquel proceso lograron que finalmente el pueblo español en su conjunto fuera el verdadero protagonista de su futuro y asumiera plenamente su poder soberano. Aun con sus diferencias y sus dudas, supieron salvar sus desacuerdos y transformar la incertidumbre en un sólido punto de partida, sin tener la certeza de lograr lo que buscaban. Aquel coraje —el de avanzar sin garantías, pero unidos— es una de las lecciones más valiosas que nos enseñaron.
Fruto de aquel impulso fue nuestra Constitución de 1978, el conjunto de propósitos compartidos sobre el que se edifica nuestro presente y nuestro vivir juntos, un marco lo bastante amplio para que cupiéramos todos, toda nuestra diversidad.
Nuestra incorporación al proceso de integración europeo fue el otro paso decisivo, ilusionante y movilizador. Y también fue el resultado de un compromiso colectivo: el de un país que quería cerrar una etapa marcada por un prolongado distanciamiento de una Europa con la que compartimos principios y valores y un proyecto común de futuro. Europa no sólo trajo modernización y progreso económico y social: afianzó nuestras libertades democráticas.
Esa perspectiva histórica nos ayuda a observar que España ha experimentado una transformación sin precedentes en estas cinco décadas, que permitió consolidar las libertades democráticas, el pluralismo político, la descentralización, la apertura hacia el exterior y la prosperidad.
Nuestra sociedad está forjada por generaciones que recuerdan la Transición y por otras que no la vivieron y que han nacido y crecido en democracia y libertad. Generaciones de mayores que han visto cambiar España como nunca antes en nuestra historia; generaciones de adultos que concilian, con gran esfuerzo, responsabilidades laborales, familiares y personales; y generaciones de jóvenes que afrontan ahora nuevas dificultades con iniciativa y compromiso.
Todas son necesarias para avanzar de forma justa y cohesionada. Y a todas ellas me dirijo.
Vivimos tiempos ciertamente exigentes. Muchos ciudadanos sienten que el aumento del coste de la vida limita sus opciones de progreso; que el acceso a la vivienda es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; que la velocidad de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; o que los fenómenos climáticos son un condicionante cada vez mayor y en ocasiones trágico. Tenemos muchos desafíos… Y los ciudadanos también perciben que la tensión en el debate público provoca hastío, desencanto y desafección. Realidades, todas ellas, que no se resuelven ni con retórica ni con voluntarismo.
A lo largo de estos 50 años nuestro país ha demostrado reiteradamente que sabe responder a los desafíos internos y externos cuando hay voluntad, perseverancia y visión de país. Lo vimos en crisis económicas, en emergencias sanitarias, ante catástrofes naturales, y también lo vemos cada día en el trabajo callado y responsable de millones de personas.
España ha progresado cuando hemos sabido encontrar objetivos que compartir. Y la raíz de todo proyecto compartido es necesariamente la convivencia. Ya me he referido a ella en ocasiones anteriores, pero es la base de nuestra vida democrática. Quienes nos precedieron fueron capaces de construirla incluso en circunstancias difíciles, como las de hace 50 años.
Pero la convivencia no es un legado imperecedero. No basta con haberlo recibido: es una construcción frágil. Por esa razón, todos debemos hacer del cuidado de la convivencia nuestra labor diaria. Y para ello necesitamos confianza.
En este mundo convulso, donde el multilateralismo y el orden mundial están en crisis, las sociedades democráticas atraviesan, atravesamos, una inquietante crisis de confianza. Y esta realidad afecta seriamente al ánimo de los ciudadanos y a la credibilidad de las instituciones.
Los extremismos, los radicalismos y populismos se nutren de esta falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro.
No basta con recordar que nosotros ya hemos estado ahí, que ese capítulo de la historia ya lo conocemos y que tuvo consecuencias funestas. Nos corresponde a todos preservar la confianza en nuestra convivencia democrática. Preguntémonos, sin mirar a nadie, sin buscar responsabilidades ajenas: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?
Estoy hablando de diálogo, porque las soluciones a nuestros problemas requieren del concurso, la responsabilidad y el compromiso de todos; estoy hablando de respeto en el lenguaje y de escucha de las opiniones ajenas; estoy hablando de especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos; también de empatía; y de la necesidad de situar la dignidad del ser humano, sobre todo de los más vulnerables, en el centro de todo discurso y de toda política.
Recordemos —en esta víspera de Navidad— que, en democracia, las ideas propias nunca pueden ser dogmas, ni las ajenas, amenazas; que avanzar consiste en dar pasos, con acuerdos y renuncias, pero en una misma dirección, no correr a costa de la caída del otro; que España es, ante todo, un proyecto compartido: un modo de reunir —y de realizar— los intereses y aspiraciones individuales en torno a una misma noción del bien común.
Cada tiempo histórico tiene sus propios desafíos. Los caminos fáciles no existen. Los nuestros no lo son ni más ni menos que los de nuestros padres o abuelos. Pero tenemos un gran activo: nuestra capacidad de recorrerlos juntos.
Hagámoslo con la memoria de estos 50 años y hagámoslo con confianza. El miedo solo construye barreras y genera ruido, y las barreras y el ruido impiden comprender la realidad en toda su amplitud.
Somos un gran país. España está llena de iniciativa y de talento, y creo que el mundo necesita —más que nunca— de nuestra sensibilidad, de nuestra creatividad y nuestra capacidad de trabajo, de nuestro sentido de la justicia y de la equidad y de nuestra apuesta decidida por Europa, sus principios y sus valores.
Podremos lograr nuestros objetivos, con aciertos y errores, si los emprendemos juntos; participando todos, orgullosos, de este gran proyecto de vida en común que es España.
Con la convicción de que sabremos avanzar unidos en esa dirección, recibid mis mejores deseos para estos días y el nuevo año, junto a los de la Reina y los de nuestras hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía.
Feliz Navidad a todos. Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas.







