A ser padre se aprende, lo mismo que a ser madre. El propósito de todo padre y madre es cuidar, querer y proteger a sus hijos, convertirse, como se suele decir, en buenos padres y buenas madres, pero ¿qué significa ser un buen padre? ¿Qué se puede hacer para lograrlo y cómo no caer en idealizaciones y presiones o modelos difíciles de alcanzar? Reflexionamos sobre este tema.

Requisitos desde el punto de vista psicológico para ser un buen padre

"Para establecer cómo debe ser un buen padre hay que tener presente que es importante que tenga un rol, que si hay otro cuidador, sea complementario. Hay veces que uno asume más el rol autoritario y otro asume más el rol afectivo, pero no vamos a asociar al rol paterno esa imagen autoritaria de normas, de hombre ausente que trabaja muchas horas...ha cambiado, sobre todo en los tiempos actuales", explica Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.

Complementarse con el otro cuidador, si lo hay, es importante, pero, según la experta, la clave está en en el amor hacia los hijos: "Es fundamental para que haya un buen apego desde etapas tempranas de la infancia, establecer un amor incondicional, es decir, que el padre transmita a los hijos que hagan lo que hagan, les quiere y está ahí incondicionalmente. Muchas veces, la falta o la carencia de este amor incondicional, genera muchos problemas de salud mental en etapas posteriores. También es importante que haya un amor condicional, es decir, hay una expectativa de lo que el niño hace, el niño siente que se espera algo de él por parte de su cuidador primario o cuidadores primarios y esa expectativa se traduce en unos objetivos, unas metas, una motivación, una ilusión por querer. Hay que tener en cuenta que durante la infancia los niños buscan de sus referentes primarios constantemente ese amor incondicional y condicional, buscan la aprobación de sus cuidadores primarios porque es un instinto de supervivencia el ser aprobados, queridos y reconocidos por los cuidadores primarios", explica Bermejo.

La pregunta "¿qué hace falta para ser unos buenos padres?" es una de las que más se hacen los padres y madres y la respuesta, claro está, no es sencilla, pero sí tiene unos pilares básicos, normas con afecto: "Que haya una buena combinación entre la afectividad y la normatividad es clave. Las normas dan contención, dan estructura, permiten anticipar, saber qué es lo que se espera de uno mismo, son necesarias, funcionales y adaptativas, sobre todo en etapas de la infancia y la adolescencia. No es necesario ser agresivos para transmitir una norma. Desde el afecto y desde el cariño, es mucho más fácil integrar unas normas. Tiene que haber una figura de autoridad, pero las normas tienen que ser marcadas desde el cariño y desde el afecto", asegura la experta.

Conoce a la experta: Mercedes Bermejo es Psicóloga Sanitaria Experta en Infancia, Adolescencia y Familia. Vocal del colegio Oficial de la Psicología de Madrid. También es Fundadora y Directora del centro sanitario Psicólogos Pozuelo. Fundadora de la Escuela de Formación ESEUPE (Escuela Superior Europea de Psicología y Educación).

Tiempo de calidad para los hijos

"Una de las carencias que vemos hoy en día en consulta también tiene que ver con la falta de tiempo. No hablamos tanto de cantidad, sino de calidad, cada vez más las figuras cuidadoras primarias están más ausentes, se le ha dado mucho valor a todo el mundo laboral y vemos que muchos niños y niñas son huérfanos emocionales. Se delega el cuidado en otros cuidadores o en los abuelos, pero es importante tener en cuenta que niños y niñas quieren a sus cuidadores primarios y necesitan que sean ellos quienes compartan tiempo de calidad", explica la vocal del colegio Oficial de la Psicología de Madrid.

La importancia de una mirada

No solo las palabras y los hechos nos acercan a una buena educación afectiva con nuestros hijos, también importan, y mucho, las miradas: "Influye mucho cómo los niños son mirados por parte de sus padres y ser mirados desde el cariño, desde el afecto, desde el reconocimiento, es fundamental también para su crecimiento y su madurez emocional", sostiene Bermejo.

Cómo demostrar afectividad, cariño y ternura

Por una cuestión cultural o de herencia cultural (ya que esto cada vez está cambiando más) algunos hombres tienen más problemas para expresar el afecto y mostrarse tiernos o vulnerables con sus hijos: "Desde un punto de vista cultural o transgeneracional hay unos roles, estereotipos o mitos en cuanto a que los padres no lloran, no muestran su afecto, son figuras frías...todo esto creo que ha ido evolucionando bastante. Que un padre le muestre sus emociones a sus hijos es una forma de valentía que, a veces está más asociado a ser cobarde, al mostrar la fragilidad, cuando en realidad da la libertad de poder expresar aquello que sienten", explica la experta.

Además, hay que tener en cuenta que los niños practican un aprendizaje por observación de sus referentes primarios: "Es muy importante el ejemplo que dan los padres a sus hijos. Si los padres son capaces de tener asertividad, empatía, de poder hablar desde sus emociones, se fomenta también en los más pequeños que puedan expresarse, es como dar ese permiso y esto va a ser mucho más saludable a nivel de salud mental. Normalizar un lenguaje y una comunicación emocional es de gran ayuda, ya que sin ello cuesta mucho más el socializar, el integrarse, el resolver conflictos...A veces, por las exigencias del día a día nos cuesta mucho estar conectados con nosotros y esto, en muchas ocasiones, genera una disociación y una tendencia a generar síntomas o enfermedades psicosomáticas. El poder expresar y sentirse seguro para poder hacerlo y generar esos espacios de comunicación es clave para una buena calidad de vida y para que haya una buena interacción en el vínculo entre padres e hijos", defiende Bermejo.

La experta también matiza, en este sentido, la necesidad de que los adultos tengan una autorregulación y que el peso de la gestión emocional no recaiga en los niños: "Una cosa es hablar de que estoy triste y expresar mi tristeza y otra cosa es perder los papeles o hundirme y venirme abajo y esperar que mi hijo me consuele. Como adultos tenemos que tener esa capacidad de autorregulación".

Malas madres y buenos padres

No es difícil ver opiniones o actitudes en las que hay aspectos que se dan por hechos en la madre y se valoran poco o incluso se juzgan con mayor dureza, pero que, cuando son realizados por el padre, se alaban como gestos de "ser un buen padre". Esto responde, también, en buena parte, a una cuestión histórica y cultural: "tiene que ver con las expectativas y las costumbres. Si, por ejemplo, un niño está acostumbrado a que la misma persona le ponga siempre el desayuno, está interiorizado y no es tan fácil valorar el esfuerzo, pero cuando, puntualmente, lo hace otra persona, es algo que sorprende y, en el caso de la infancia, cuando aparece este referente está mucho más valorado, pero porque hay una carencia de ese referente. No es que no se valore a la madre, sino que ha formado parte de la rutina del día a día y, si en el caso del padre es algo más excepcional, no es algo que se tenga que alabar, pero como causa sorpresa, es frecuente que los niños lo ensalcen más porque tienen necesidad de ese referente", concluye Mercedes Bermejo.

Eso sería en el caso de los niños, pero esa reflexión va más allá, es decir, esa crítica o ese doble rasero está muy instaurado en la sociedad. Históricamente la figura de la mujer ha estado asociada, entre otras cosas, a la maternidad, siendo la madre la responsable de los cuidados y la crianza de los hijos y el hombre ha sido considerado el proveedor, el sostén económico y al que se le ha asociado también, tradicionalmente, la autoridad y la disciplina, pero, afortunadamente, hemos avanzado y estos estereotipos y roles han ido cambiando: "La mujer ya no solo es madre, sino que trabaja y asume un papel productivo en la familia, desde el punto de vista económico. Por su parte, los hombres son copartícipes en la crianza de los hijos, involucrándose en las tareas cotidianas que toda crianza implica, siendo así una figura activa y más cercana en el crecimiento de sus hijos. No obstante, en la cultura quedan todavía restos de aquellos roles arcaicos. Es por esto que algunas personas se sorprenden al ver que un padre realiza las típicas tareas de cuidado hacia sus hijos, por ejemplo: cambiar los pañales del bebé, alimentarlos, bañarlos o quedarse un día en casa con ellos mientras mamá trabaja o disfruta de un momento de esparcimiento. Estas conductas son reconocidas como algo extraordinario, generando expresiones que seguramente muchos reconocerán: “¡qué buen padre eres!”, “¡debes agradecer todo lo que tu marido te ayuda!”. Sin embargo, cuando es la madre quien realiza este tipo de acciones no se le da el mismo valor o reconocimiento, pues se considera que es su responsabilidad y obligación: se espera que esto se asuma con abnegación. Esto nos hace pensar en que aún queda camino por recorrer para afianzar estas nuevas formas de organización familiar y social, con el fin de que, además, se entienda completamente la importancia de la coparentalidad dentro de la crianza. Para conseguirlo es vital, entre otras cosas, que los miembros de la pareja trabajen de manera conjunta en la crianza de los hijos, sin anularse entre sí", argumenta Diana Tachón, Psicóloga y Psicoterapeuta experta en Orientación Psicodinámica en Sens Psicología.

Conoce a la experta: Diana Tachón es Psicóloga y Psicoterapeuta experta en Orientación Psicodinámica en Sens Psicología. Orientada al trabajo psicoterapéutico con niños, adolescentes y adultos. Experiencia ejerciendo en entornos escolares, hospitalarios y consulta privada (presencial y online).

Cómo establecer vínculos fuertes y saludables con los hijos

Para tener una buena relación con los hijos, hay que sentar las bases desde la infancia y, además de amor, reconocimiento y comunicación, como hablábamos antes, es necesario crear un vínculo que comienza, incluso, antes del nacimiento del bebé: "El vínculo con los hijos se empieza a construir desde el momento de la concepción. Los padres fantasean o imaginan cómo será el bebé: “¿a quién se va a parecer?”, “¿qué nombre tendrá?”; interpretan sus movimientos en el vientre, le hablan, cantan y acarician el vientre como si se tratase de la propia piel del bebé. Después del nacimiento, el vínculo se continúa construyendo a través de los cuidados, de la alimentación y de la propia relación emocional que se va estableciendo con el niño. Todo esto, como afirmaba el psicoanalista inglés Donald Winnicott, generará un sostén adecuado sobre el que se asentarán las bases de la personalidad" explica Tachón.

Hay prácticas y hábitos que, tal y como explica la experta de Sens Psicología, ayudan a crear vínculos fuertes y saludables con los hijos:

- Dedicarles tiempo: buscar un espacio de calidad durante el día en el que poder estar disponible para ellos, sin prisas o sin otras actividades que interfieran o interrumpan la conexión con ellos.

- Escuchar lo que tienen que decir y no desestimar sus opiniones o pensamientos. Hay que hacerles ver que estamos disponibles para tener una conversación y aprovechar estos momentos para orientarlos, haciéndoles sentir que se puede hacer algo útil con lo que le están expresando.

- Jugar con los niños: el juego es una actividad que permite obtener informaciones valiosas sobre los hijos, conocer sus intereses, sus fantasías e incluso enterarse de situaciones que puedan generarles angustia. Como apuntaba la psicoanalista Melani Klein, el juego es el medio que usa el niño para expresar lo que el adulto manifiesta predominantemente por la palabra.

- Establecer rutinas y actividades en las que participen todos los miembros de la unidad familiar: integrarlos en las actividades de la cotidianidad.

- Hablar con ellos, hacerles conocedores de las decisiones o situaciones que se generan en el entorno familiar. Si es necesario, expresarles las emociones: “me he sentido muy cansada en los últimos días”, “estamos muy felices por el nacimiento de tu primo”, “papá está triste porque se ha muerto la abuela”.

- Celebrar junto a ellos sus éxitos y avances.

- Establecer normas y límites. Esto también es una parte importante dentro del vínculo: mantener normas claras y determinar consecuencias lógicas si no se cumplen.

Cómo crear una relación de confianza con los hijos desde la infancia y errores a evitar

La confianza es un pilar clave en la relación con los hijos y también hay que trabajarla desde la infancia: "Es importante mantener una comunicación fluida con los hijos desde que son pequeños; si esto no se construye -desde las etapas tempranas- no se puede esperar que, una vez llegada la adolescencia, cuenten a los padres lo que les ocurre. Es necesario crear, dentro de la familia, un entorno de seguridad y respeto a las diferencias, en la que los niños sientan que pueden expresar libremente lo que piensan o sienten, que van a ser entendidos por sus padres, aunque éstos puedan no estar de acuerdo con algunas cosas. Se debe hacer sentir a los hijos que, incluso en los momentos más difíciles, contarán con un apoyo incondicional y que como familia encontrarán las herramientas para enfrentar de forma sana las circunstancias adversas", argumenta Tachón.

Los problemas de comunicación se observan con mucha frecuencia en las consultas de los expertos y tienen su origen en unas bases mal establecidas que son la causa de algunos de los principales errores que se cometen en las dinámicas familiares: "En la clínica, con niños y adolescentes, muchas veces observamos la dificultad de estos para comunicarse con sus padres, pues sienten que no van a ser entendidos o que, al contar lo que les ocurre, se generará un conflicto familiar que empeorará aún más la situación. Éste suele ser uno de los errores más comunes de los padres. El no lograr metabolizar adecuadamente la información que dan los hijos, puede terminar generando un desborde emocional que entorpecerá el acompañamiento que ellos necesitan. También se observa, con frecuencia, la dificultad de algunos padres para tolerar las individualidades de los hijos y el hecho de que -en ocasiones- tomen decisiones o caminos diferentes a los deseados por los padres. Estas dinámicas generan una brecha significativa entre padres e hijos: la figura de los padres se percibe como autoritaria, distante y poco confiable, lo que debilita el vínculo. Los hijos necesitan unos padres disponibles, cercanos, que tomen en serio lo que tienen que decir y que les ayuden a gestionar aquello que puede ser complejo, dándoles herramientas y fortalezas necesarias para superar las dificultades propias del proceso de crecimiento", sentencia Tachón.

Con todo ello, para ser un buen padre lo mejor es olvidar tabúes y apostar por ofrecer a los hijos dedicación, ternura, confianza y tiempo de calidad.

Un padre siempre será un modelo de referencia para su hijo, en cada momento de su desarrollo aprenderá de sus actos, de sus palabras y, sobre todo, de su respeto. Si quieres ser un buen padre, trata de ser un buen hijo y un buen compañero con tu pareja, así tu ejemplo será un buen referente.

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Periodista especializada en parenting y familia, educación y salud. También tengo un largo recorrido y disfruto escribiendo sobre belleza y moda femenina.


Me encanta comunicar, contar historias e informar, por eso me decanté por el periodismo, pero también porque disfruto aprendiendo cada día.  


Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y compaginé después mi faceta profesional con el estudio de un máster especializado en periodismo multimedia. Desde entonces he pasado por diversos medios, seguí formándome y amplié mi pasión por el mundo online estando al frente de las webs de revistas como Ser Padres y Mía, entre otras. 


Soy amante de la lectura, la poesía, me encanta viajar, descubrir y, sobre todo, disfruto si mis artículos ayudan a los lectores a solucionar dudas y a hacer su día a día un poquito más ameno y fácil.