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La fiebre no es sólo un síntoma de que algo no va bien, es también un mecanismo para aumentar nuestras defensas. Por eso, los pediatras llaman la atención sobre el abuso de fármacos.
"La fiebre es un mecanismo de defensa del organismo frente a las infecciones y no es la fiebre en sí, sino su potencial causa lo que debe preocuparnos. Fiebre se considera la temperatura superior a 38 grados. Hablaríamos de fiebre alta entre 39-40 grados. Entre 37-38 grados se consideraría febrícula. Se debe constatar la temperatura siempre con un termómetro. Generalmente las infecciones banales en la infancia se acompañan de aumento de la temperatura corporal, que puede ser elevada incluso en niños pequeños, pero que no afecta al estado general ni se acompaña de signos de alarma (manchas en la piel, vómitos proyectivos, rigidez de nuca…). En estos casos la fiebre cede fácilmente con antitérmicos y el niño está contento cuando le baja la fiebre. Puede tener menos apetito, pero su estado general es bueno. En general los antitérmicos se usan no tanto para bajar la fiebre sino para que el niño esté más cómodo y se sienta mejor, y el objetivo por tanto, no es que la fiebre desaparezca totalmente", explica la Dra. María Jesús Pascual, pediatra en el Hospital Universitario Vithas Madrid Aravaca.
Conoce a la experta: la Dra. María Jesús Pascual es pediatra en el Hospital Universitario Vithas Madrid Aravaca. Ha trabajado como pediatra en atención primaria en el sistema nacional de salud, participando en el grupo de trabajo de Inmigración de la Comunidad Autónoma de Extremadura y con posterioridad en distintos hospitales públicos y privados, como Pediatra y Gastroenteróloga infantil. Ha participado en el comité de Educación Pediátrica de la AEP, siendo editora asociada de la revista de Formación continuada Anales de Pediatría Continuada. Además de la labor asistencial referida en el ámbito de la Pediatría y la Gastroenterología Infantil, dirige la Unidad de Enfermedad celíaca en el Hospital Vithas Madrid Aravaca.
¿A más fiebre, mayor gravedad?
Hay que tener en cuenta que no hay ninguna relación entre la cantidad de fiebre y la gravedad de la afección. Los niños tienen una respuesta más exagerada ante un proceso infeccioso porque tienen poco maduro su termostato particular y puede llegar casi a los 40 grados por una afección leve de garganta. Y aunque la fiebre suele dar somnolencia, en muchos niños produce excitación.
Como hemos indicado anteriormente, hablamos de fiebre en un bebé o niño cuando la temperatura sobrepasa los 38ºC, y nos referimos a febrícula cuando está entre 37º-38ºC: "Realmente la fiebre en sí no es lo alarmante, a lo que debemos estar atentos es al resto de síntomas que suelen acompañar a la fiebre, como manchas, dificultad respiratoria o el estado general del niño, si cuando le baja la fiebre el estado general es bueno y el niño quiere jugar debemos mantener la calma", aconseja la Dra. Alicia Hernández Brea, pediatra y miembro de Top Doctors.
Tener o no tener fiebre alta es cuestión del cuerpo de cada uno. Hay niños o personas que con una mínima infección desarrollan mucha fiebre y hay otros que, sin embargo, hasta con un proceso gripal apenas les sube un grado la temperatura. Cada bebé es un mundo, por eso tampoco hay que preocuparse constantemente de que todos los cambios que se producen en él sean malos. Como por ejemplo, los cambios en la curva del peso del bebé, que son muy normales.
Conoce a la experta: la Dra. Alicia Hernández Brea es una reconocida especialista en Pediatría a domicilio en Madrid. Licenciada en Medicina y especializada en Pediatría en el Hospital Universitario de Getafe, la doctora cuenta con una extensa formación en distintos campos de la especialidad. En concreto, es experta en el seguimiento del niño sano, patologías digestivas, dolor abdominal funcional, estreñimiento, lactancia materna y problemas del sueño. En paralelo, desarrolla una importante labor divulgativa, siendo co-autora de numerosos artículos en revistas médicas clínicas. Es miembro de algunas de las sociedades médicas más importantes en Pediatría, como la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP).
Cómo bajar la fiebre a un niño de forma efectiva
Cuando un bebé o un niño tiene fiebre, solemos alarmarnos y buscamos de inmediato bajar esa temperatura de forma efectiva, pero "en realidad, no siempre es necesario bajar la fiebre de un niño. La fiebre la tratamos cuando causa malestar, es decir, cuando vemos que el niño no quiere jugar o disminuye su actividad. Es en esos casos cuando la tratamos, y normalmente los antitérmicos son efectivos bajando un grado o grado y medio la fiebre, lo justo para que el niño esté más cómodo y pueda continuar con su actividad habitual", sostiene la Dra. Hernández.
Por su parte, la Dra. Pascual da algunos consejos para bajar la fiebre: "En situaciones de fiebre dejar al niño en casa, no demasiado abrigado (aunque se le puede poner algo finito encima si tiene escalofríos), siempre en un ambiente agradable, bien ventilado manteniendo al niño bien hidratado ofreciéndole líquidos y su alimentación normal, sin forzarle. Se pueden dar antitérmicos (paracetamol o ibuprofeno) para el malestar o el dolor. Hay que vigilar siempre el estado general del niño y consultar siempre si el niño es menor de 3 meses o en los casos en que la fiebre sea muy alta y persistente, el estado general del niño no sea bueno o se acompañe de signos de alarma (manchas, vómitos proyectivos, dificultad para respirar o alteraciones neurológicas, esté demasiado postrado o agitado, convulsiones, etc.)".
¿Qué no se debe hacer ante episodios de fiebre en un peque?
Hay algunas prácticas o "remedios de la abuela" que, a pesar de ser muy populares, no son los más apropiados ante episodios de fiebre en niños: "No se recomiendan los baños con agua fría ni las friegas con alcohol ni otras sustancias para bajar la fiebre. No hay evidencia científica en la alternancia del uso de antitérmicos para bajar la fiebre ni siempre es necesario el uso de medicamentos para la fiebre", explica la experta de Vithas.
Por su parte, la Dra. Hernández incide en no caer en el error de los baños de agua fría para bajar la fiebre: "pueden provocar un síncope o desmayo en un niño con fiebre alta. Debemos administrar el antitérmico y esperar que la fiebre vaya bajando con calma mientras vigilamos su estado general".
Mitos sobre la fiebre más populares
Como apuntábamos antes, existen falsas creencias y mitos extendidos sobre la fiebre y sus remedios. Vamos a repasar, de la mano de ambas expertas, los más conocidos:
- La fiebre es dañina. La fiebre no es dañina incluso aunque sea alta. Lo importante no es la fiebre sino la causa de la fiebre.
- La fiebre alta siempre produce convulsiones. Lo cierto es que la fiebre no suele provocar convulsiones, salvo en niños con bajo umbral convulsivo en cuyo caso la convulsión puede producirse en la subida o bajada de la fiebre y estas convulsiones febriles no son dañinas para el cerebro del niño. "Este tipo de convulsiones son poco frecuentes y no se producen en cualquier niño. Debe de haber un condicionante genético además de otros factores, no solo tener fiebre alta. Además, se producen con cambios bruscos de temperatura tanto para arriba como para abajo, no cuando tienen el pico, de ahí que muchas veces sea el primer síntoma de que el niño está enfermo y de que tiene fiebre", matiza la Dra. Hernández.
- Otro de los mitos es que la fiebre puede afectar al desarrollo cognitivo del niño. Esto no es cierto. La fiebre es un mecanismo de defensa de nuestro propio cuerpo para luchar contra una infección, por lo tanto, no es dañina para nosotros.
- Algunas personas creen que la fiebre alta provoca meningitis, pero no es así, salvo que la causa de la fiebre sea una meningitis.
Bronquiolitis, anginas, catarros...
Un niño de salud normal puede sufrir entre seis y diez contagios cada año. El frío y la guardería son factores importantes en el contagio de estas afecciones. Por eso, es el momento de visitar al pediatra para la oportuna revisión. Un aspecto de gran importancia es comprobar el calendario de vacunas.
Anginas y catarros no tienen mayor importancia, pero una de las grandes preocupaciones es la bronquiolitis. De hecho, es la causa de que, en invierno, alrededor de 20.000 bebés ingresen en urgencias. Es la inflamación de los bronquiolos. Después de unos síntomas que parecen un catarro normal, empiezan a observarse sibilancias (pitos), una tos distinta, más seca, y dificultades para respirar. No suele ser grave, salvo en niños muy pequeños o que ya padecen una enfermedad respiratoria de otro tipo. Es fácil que se le solicite una placa de tórax y una prueba que consiste en ponerle una especie de pinza en los dedos para saber el volumen de oxígeno en sangre, ya que si tiene dificultades respiratorias es posible que no tenga una buena oxigenación y, por tanto, necesite ingreso hospitalario.
Para evitar los contagios por infección de un catarro o enfermedad que tengan los padres o los hermanos, lo mejor es esterilizar bien los biberones con los productos adecuados para limpiarlos. Para ello, cuenta con estos biberones para el bebé, mucho más seguros al ser de cristal en vez de plástico.
¿Y la bronquitis?
La bronquitis es la infección o inflamación, aguda o crónica, de los bronquios, es decir, afecta al comienzo del árbol bronquial. Puede estar producida por agentes patógenos, por irritación o por la acción de productos tóxicos. La cubierta interna de los bronquios se inflama. Al dilatarse, el calibre del bronquio disminuye, la respiración se hace sibilante y aparece tos seca. Suele cursar con fiebre y ceder tras unos días de tratamiento médico. Desaparece y no deja rastro. No es grave y el tratamiento está contrastado.
Aunque en los momentos en los que tenga la garganta más inflamada no va a querer comer o beber líquidos, es muy importante no dejar que se deshidrate. Siempre hay que tener claro cuándo hay que dar agua al bebé y cuánta debe tomar.
Convulsiones febriles
El niño puede presentar convulsiones con la angustia consiguiente de los padres. El niño convulsiona o se queda ajeno y pasa por la cabeza la palabra meningitis, o el miedo real a que el niño se les quede en los brazos. Aunque es difícil de asumir, los pediatras lo dicen: calma.
En la inmensa mayoría de los casos no tiene importancia. Pasará en unos minutos. Tres de cada cien niños va a tener alguna convulsión un día de fiebre; y un tercio de ellos, además, va a ser recurrente, es decir, que esas convulsiones van a repetirse.
¿Qué hacer ante convulsiones febriles?
Los pediatras aconsejan que se ingrese a todo niño que tenga convulsiones si no ha cumplido aún los dos años. Aunque en la mayoría de casos pasan enseguida, debe ingresarse al niño si se mantienen durante más de quince minutos. En el hospital recibirá el tratamiento oportuno para detener la crisis y conocer la causa que la originó.
Si la convulsión es corta y sin ninguna alteración de otro tipo, los padres pueden estar tranquilos. Eso sí, a partir de ese momento, el niño es candidato a sufrir convulsiones si le sube la fiebre. Así que deben procurar que no llegue a ese tope. La mayoría de convulsiones febriles son breves y sin consecuencias. La mayor incidencia se sitúa en torno a los tres y los cinco años y se produce más en niños que en niñas.
Durante el período en el que el niño está enfermo no hay que descuidar aspectos tan fundamentales como la alimentación. Por mucho que le cueste comer en algunas ocasiones, hay que seguir animándole a que no deje de ingerir alimento. Los purés son una opción sencilla y fácil de consumir, no te pierdas estos consejos sobre cómo preparar un puré de verduras sano y rico.